February 28, 2014

Ventajas e Inspiraciones del Desequilibrio

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En la actualidad trabajo la mayor parte del tiempo en la oficinita que armé en mi hogar. En la privacidad de este espacio he estado ensayando algunas cosas nuevas. Por ejemplo, estoy sentada en una de esas pelotas de caucho para hacer ejercicio que se volvieron muy populares hace unos años. Una y otra vez me obliga a reequilibrar y ajustar mi cuerpo. Es un poco inquietante, porque siempre tengo que estar pendiente de lo que hace mi cuerpo. El movimiento también se vuelve distracción y me encanta juguetear y hacerla rebotar un poco. Me pregunto si ayudará a fortalecerme los músculos y si me ayudará a mejorar mi postura. ¿Será que me acostumbraré a sentarme en ella como acostumbraba sentarme en mi silla de oficina?

Provengo de una familia que valoraba mucho la rutina, la seguridad de ver que las cosas seguían igual que siempre. Me da risa recordar que en mi niñez jamás vi cambiar de lugar un solo mueble en nuestro hogar. Me quedé aterrada poco después de casarme al descubrir que a mi marido le daban arranques y se ponía a cambiar de lugar los muebles de nuestro apartamento. Me inquietaba muchísimo: “Pero si puse el sofá ahí porque me gusta como queda en ese lugar. Había una cierta estética en la sala y estos cambios la trastocaron”. Mi marido se reía y yo me quejaba.

Hoy desempeñamos papeles muy distintos. Recientemente he sido yo la que ha querido mover los muebles y hacer cambios en nuestro hogar. Cambiamos de lugar la cama en nuestra habitación y me encanta la perspectiva nueva que me brinda. También estoy probando nuevas maneras de ejercer mi vocación sacerdotal. Sigo trabajando en una parroquia, pero solo a tiempo parcial. También trabajo con la ECF, ayudando a lanzar un programa nuevo de Vital Teams (Equipos Vitales).

Hoy en día veo el ministerio de una manera totalmente nueva, que me presenta retos y oportunidades estimulantes. Me llena de esperanza y a la vez me deja con nuevas inquietudes sobre nuestra iglesia. Estoy usando “nuevos músculos vocacionales” y me toca hacer un poco más de esfuerzo para enfocarme bien en mis diferentes funciones. No voy a sentirme organizada por un buen rato y siento que eso no está del todo mal. De hecho, me pregunto si no serviré mejor a la iglesia si nunca más me vuelvo a sentir bien cómoda y a gusto. Me pregunto si incluso en empleos que seguimos teniendo por años y años puede haber maneras de asegurar que hasta en ese lugar tan perfecto que nos labramos sigamos deseando que ocurran pequeños cambios. 

También me pregunto lo siguiente: ¿Será que cuando ocupamos cargos por muchos años, podemos tomar las medidas necesarias para no acostumbrarnos demasiado a las cosas como son y aceptar el cambio un poco más?