July 13, 2015

Sorpresa episcopal

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Hace unas semanas tuve una conversación con un amigo sacerdote. Empezamos a hablar sobre su Iglesia, sus ideas, sus inquietudes, y sus experiencias. Puede encontrar la entrevista AQUÍ y el video abajo.

Le hice una pregunta que me hizo pensar mucho. Le pregunté qué era algo que le había sorprendido de la Iglesia Episcopal cuando se hizo sacerdote. Me dijo que lo que le había sorprendido era que había una gran diferencia entre la Iglesia Episcopal de México y la de los EEUU. Específicamente, que en la de EEUU hemos adoptado tradiciones que no son “episcopales” como tener imágenes de vírgenes (particularmente La Guadalupana) y santos, primeras comuniones, y otras tradiciones que son Católicas Romanas. Él es cuarta generación Episcopal, hijo de sacerdote/obispo toda su vida (su esposa también es cuarta generación episcopal) y eso, para mí, fue una gran sorpresa. Aunque yo sé que la Iglesia Episcopal ha existido por muchos años, no sé por qué no había pensado en esto. Mi propia experiencia también me ha mostrado que en EEUU la Iglesia Episcopal Latina/Hispana/Hispanoparlante se ve como una iglesia Católica Romana y varias personas no parecen saber si hay alguna diferencia más que el/la sacerdote se puede casar y puede ser mujer. 

Yo pensaba que esta realidad era porque tenemos muchos sacerdotes de la Iglesia Católica Romana que se han “convertido” episcopales – mi honesta opinión era que se querían casar o ya estaban “casados” o tenían hijos o los habían “sorprendido” en relaciones amorosas y tenían que dejar la Iglesia Romana (que no permite que sus sacerdotes se casen, tengan hijos, o estén en relaciones amorosas) y no querían “convertirse” en Episcopales. Yo crecí en la Iglesia Evangélica así que para mí, tener imágenes o estatuas de vírgenes o santos siempre ha sido algo que me incomoda. Así que me encantó hablar con mi amigo ya que sentí que por fin alguien tenia la misma opinión que yo sobre la Identidad Episcopal – no somos Católicos Romanos.

Decidí que iba a comenzar a preguntarle a las personas que conocía y entrevistaba (y puede ver todas las entrevistas AQUÍ) – para ti, ¿cuál es la identidad Episcopal? O bien, ¿qué significa ser Episcopal? Cuando llegué a la Convención General en Salt Lake City, Utah del 24 de junio al 3 de julio comencé a hacer esa pregunta. Inclusive a mí misma. Al escuchar las respuestas de personas que conozco – laicos, sacerdotes, obispos, mujeres, hombres, jóvenes y adultos me di cuenta que la mayoría decía lo mismo – y decía lo que está en mi corazón – la Identidad Episcopal es: la Iglesia te da la bienvenida – donde estás; tal como Cristo. Escuchaba a diario – la identidad episcopal es: inclusiva, amorosa, da bienvenida, acepta a todo el mundo. Recordaba una y otra vez por qué soy Episcopal. En la Iglesia Evangélica tienes que ser bautizada en esa denominación para tomar la comunión. En la Iglesia Católica Romana tienes que hacer tu primera comunión ahí y estar confesada para poder tomar la comunión cada domingo (por lo menos, en mi caso, cuando he ido para algún funeral o boda). Y la Iglesia Episcopal dice – ven a la mesa, todo el mundo está invitado – si has sido bautizado, perfecto, si no, no vamos a pedirte pruebas ni hacerte sentir mal por querer tomar parte de esta comunión importante, del cuerpo y la sangre de Cristo; hasta te podemos bautizar si quieres – en este mismo momento. No me han preguntado si estoy casada, si estoy en pecado, si creo todo lo que dice la Biblia, si estoy enojada o enferma – sólo me dicen: Ven, toma, llénate, Dios te ama. Por eso soy Episcopal. Ya no importaba si la iglesia tiene imágenes, si los sacerdotes son completamente Católicos Romanos pero quieren estar casados, si la gente entiende que tenemos una identidad de obispos, o si saben que tenemos un nuevo obispo presidente – el primer afro-americano. Ya no importa si tenemos un llamado al Altar cada domingo, o si ungimos con aceite, ni si tenemos un grupo de alabanza o un coro o guitarra y órgano. Nada de eso tiene mucha importancia. Sólo importa que deseamos ser parte de un Cuerpo – unido, quebrantado, y amado.