January 6, 2011

Quiénes son nuevos y quiénes faltan

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Todos los lunes, cuatro de nosotros nos reunimos por media hora y realizamos un ejercicio llamado “Quiénes son nuevos y quiénes faltan”. Es una verificación rápida al día siguiente de los servicios religiosos para permanecer conscientes de lo que, según creo, debe ser una de nuestras primeras prioridades.

Empecé cuando me di cuenta que muchos domingos por la mañana, como rector, un pequeño número de parroquianos me acribillaba a preguntas y pedidos. Entre ellos había fuertes líderes que necesitaban “sólo un minuto” para conocer mi opinión sobre un problema o un proyecto. Otro grupo eran individuos con quejas perpetuas que simplemente querían que yo supiera qué estaba pasando. Por lo general, aparecían con distracciones del tipo “se quemó el bombillo del baño de hombres”. Todas esas cosas, si bien eran importantes, me distraían de tema en el que me quería concentrar: conectarme con recién llegados y notar qué miembros no estaban con nosotros esa mañana.

Así que reuní a nuestro pastor de jóvenes, a nuestro coordinador del ministerio y al encargado de cuidados pastorales y les pregunté si cada uno de nosotros tenía los ojos abiertos todos los domingos para conectarnos con los que nos visitaban por primera vez y pensar en los que no habíamos visto últimamente.

Las reuniones son alegres y divertidas. Nos pasamos nueva información. Planificamos seguimiento pastoral. Fijamos fechas para el próximo desayuno. A veces nos tropezamos con asuntos comunitarios que requieren un enfoque más sistémico. Permanecemos conectados con los que son nuevos y con los que faltan.

Esos dos grupos – los que pasan por nuestra puerta y los que se deslizan fuera de ella – deben ser la mayor parte de nuestra respuesta pastoral planificada. Los que están listos y siempre a bordo, nuestros miembros estables, están viviendo más sus ministerios que necesitando que se vele por ellos. Atenderlos es una tarea importante y permanente, pero si sólo nos concentramos en ello perdemos contacto con los extremos crecientes (y declinantes) de nuestra comunidad.

Nuestro sistema funciona para nosotros, pero todas las feligresías se deben beneficiar de un proceso intencional de notar todas las semanas quiénes son nuevos y quiénes faltan.