August 11, 2011

Autoevaluación de un líder

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¿Cuantas veces te has preguntado estando en medio de una tarea larga y complicada si estas siendo un buen líder? 

Creo que tengo razón al suponer que los que seguimos de cerca las publicaciones, blogs, talleres y recursos que ofrece la ECF Vital Practices somos personas que participamos de lleno en el proceso de construir la Iglesia del mañana.  

Toda posición de liderazgo tiene elementos de autoridad y poder. Sin embargo, cuando hablamos de ser un líder no debemos permitir que esos elementos de autoridad y poder tomen el control total de nuestra participación en el proceso de construir una nueva Iglesia. Por ejemplo - y debo aclarar que esto no se refiere a personas ni a situaciones específicas, sino que más bien un compendio de mis experiencias personales – supongamos que alguien tiene una feligresía que depende financieramente de recursos diocesanos y que esa persona desea cambiar eso.Para alcanzar ese objetivo, esa persona forma un “Equipo Visionario”, o de planificación estratégica, cuyo cometido será evaluar lo siguiente:

  • ¿Dónde están?
  • ¿Qué tienen?
  • ¿Adónde quieren llegar?
  • ¿Cómo llegarán? 

Sin embargo, esa persona toma el control total del equipo y decide por sí sola cuándo se reunirán y cuál será su agenda. Además, esa persona impone sus ideas, no permite que nadie se oponga a ellas y da fin a la reunión cuando le da la gana hacerlo. Si esa persona se preguntara honestamente si está siendo un buen líder, la única respuesta válida sería que no, que lo que realmente está siendo es un dictador.  

Un verdadero líder no controlaría ni querría controlar todo, sino que emplearía la herramienta Planificación estratégica para tu feligresía de la EFC y se limitaría a orientar al equipo para que determinara cuál sería su mejor opción para el futuro y la mejor manera de hacer esa opción que se convirtiera en realidad.  

Además, tarde o temprano esa persona se daría cuenta de que no todos los proyectos en que trabaja se completarían durante el tiempo en que estaría en esa feligresía y que, por lo tanto, carecería de sentido apresurarse, hacer las cosas a medias y forzar un resultado, en lugar de tener la satisfacción de saber que su feligresía alcanzará muchas metas en el futuro cercano.  

Cuando nos damos cuenta de que en lugar de ser buenos líderes somos dictadores, debemos dejar de tratar de forzar el cambio tomando el control total del timón. En lugar de ello debemos emplear la influencia o la persuasión sólo para hacer que los que participen en el proceso permanezcan concentrados en su labor. En lugar imponer nuestras ideas personales debemos fomentar y facilitar que todos los que participen en el proceso expresen sus ideas y que sus destreza y conocimientos se aprovechen al máximo. Un verdadero líder asesora a los que dan sus primeros pasos en el ámbito del liderazgo. Pone el proceso en marcha según su mejor capacidad y participa en todas las etapas del proceso. Finalmente, en un determinado momento debe ver cuál es la persona indicada para liderar el proceso y seguirla.   

Cuando deseas autoevaluarte pregúntate lo siguiente: “¿Estoy facilitando, aconsejando, participando y motivando?” Si te respondes honestamente que sí, estás encaminado a ser un buen líder.