October 1, 2013

En la Calle con el Gran Jesús

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El Gran Jesús se conoce debidamente como El Divino Salvador del Mundo – el Cristo transfigurado, patrono del pueblo de El Salvador. Llamarlo el Gran Jesús puede rayar en sacrilegio, pero simplemente no puedo pensar en Él de ninguna otra manera. En mi defensa, Él es… grande, de casi seis pies de altura, con manos y pies majestuosamente grandes, una corona hecha a mano y una larga toga de varios colores litúrgicos. Vive la mayor parte del tiempo en una caja de vidrio protectora cuya forma desafortunadamente sugiere un ataúd. Pero en Su día especial sale de la caja. 

Ese día especial es la Fiesta de la Transfiguración (o el fin de semana más cercano a cuando el Departamento de Policía de Los Ángeles permite el cierre de una calle en el barrio de Los Ángeles con el mayor número de salvadoreños). El Gran Jesús es la estrella de la tradición de La Bajada, cuando se lo hace descender a un gigantesco globo de papel maché, del que emerge transfigurado luciendo un atuendo brillantemente blanco con una bandera salvadoreña bordada en el frente.

Ese año, tras haber participado en el servicio religioso ecuménico que acompaña La Bajada, me encontré esperando sacar una foto de unos amigos con el fondo del Gran Jesús. La mayoría de los asistentes ya habían sacado sus fotos, pero igualmente tuvimos que esperar un buen largo.

Un joven cuate, que vestía el uniforme completo de los LA Dodgers (que por feliz casualidad es tan azuliblanco como la orgullos bandera salvadoreña), estaba sacándose fotos en numerosas poses. Se paraba. Se arrodillaba. Agarró a un niñito que también lucía el uniforme de los Dodgers. Hizo una variedad de signos con la mano que hasta hoy no sé qué querían decir. Mantener a su camarógrafo enfocado y lograr que siguiera apareciendo la cabeza del Gran Jesús en la imagen era problemático, lo que resultó un colorid – y bilingüe – torrente de palabrotas y finalmente en un cambio de camarógrafo.

Había muchas otras cosas que hacer en el festival, como ver a mujeres ligeras de ropa bailando al son de fortísima música en vivo, andar en atracciones del parque de diversiones y deleitarse con delicias salvadoreñas recién hechas, pero el chico del uniforme de los Dodgers sólo tenía ojos para Jesús. Como sacerdote en un momento en que la iglesia está volando como un murciélago durante el día, que trata de “reiglesiar” un mundo en rápida “desiglesiación”, me hizo enormemente feliz ver que el Gran J todavía está ahí afuera haciendo amistades. El Gran J todavía lo entiende. Lo que tenemos que aprender nosotros es a salir ahí afuera con Él.