April 8, 2014

Se Aprende Más Y Mejor En Espacios Amplios, Íntimos Y Seguros

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¿Cómo ser parte de la realización del sueño de volver a las escuelas, institutos o universidades de nuestras comunidades de adultos latinos inmigrantes de ambos sexos para por fin completar o iniciar las carreras que dejaron de lado, así como adquirir conocimientos que siempre desearon explorar? ¿Cómo ayudar a encaminarles para que esta nueva aventura de aprender sea una experiencia pausada, transformadora y llena de momentos felices?

La historia de cómo María Eugenia Carranza logró graduarse de la universidad con una especialización en educación primaria es un ejemplo que nuestras comunidades con deseos de volver a las aulas de universidades comunitarias o de universidades deberían tener en cuenta. 

A la edad de 55 años, María Eugenia, como muchas otras personas de su generación, llegan a los salones de clase con experiencias de aprendizaje que van del horror de todavía sentir la vara que les lastimaba las manos o las piernas o de sentir los nudillos huesudos del/la maestro(a) en el cráneo, hasta pasar un día entero llevando en la cabeza orejas de burro y expuestos/as a las burlas de compañeros/as o, todavía peor, pasar horas en soledad repitiendo por escrito cien y más veces la palabra o la frase mal escritas y finalmente decirse “soy un fracaso, mi cabeza no sirve para el estudio”. Por no mencionar el ataque a la identidad y el dolor causado a niños y a niñas a quienes se les prohibía hablar o escribir en su lengua materna. María Eugenia cuenta que todavía siente el dolor de la vara en las piernas y que al tratar de expresarse en español, su lengua materna, temía ser castigada y que, aunque parezca extraño, por alguna razón, según ella, estaba convencida de que no sabía expresarse bien en inglés, su segundo idioma. 

Se creería que al haber pasado por estas experiencias, las personas no serían capaces de liberarse del dolor y el trauma que marcaron sus años escolares, y que les sería imposible seguir adelante con sus vidas y sus sueños. La manera en que María Eugenia pudo superar lo que ella llama “los bloqueos emocionales que no me dejaban aprender” se debe a la gran suerte que tuvo en encontrar una institución que le ofreció tanto mentores y mentoras que la siguieron de cerca en sus esfuerzos, como poder aprender en ambientes propicios, como salones de clase amplios, grupos de alumnos y alumnas no muy grandes y llegar a sentirse casi como en la intimidad del hogar del saber, donde por primera vez en su vida se sintió segura y confiada de ser escuchada, donde pudo expresarse, reflexionar, salir de dudas y simplemente disfrutar profundamente su experiencia de aprendizaje y poco a poco y paso a paso descubrir mundos nuevos y ampliar sus fronteras del saber.

Escuchar con cuidado y reflexionar sobre esta historia de vida es de suma importancia para cuando en nuestras feligresías se adoptan o se diseñan programas dirigidos a lograr que nuestras comunidades aprendan, se sientan seguras, entren en su poder y lleguen a desempeñarse de la mejor manera y con alegría en los ministerios que escojan servir con amor y humildad, como Cristo nos enseña. 

Una metodología de aprendizaje centrada en la interacción, impartida en un ambiente íntimo y seguro y sin límite de tiempo, logra borrar las secuelas de las experiencias de un pasado de imposición, maltrato y falta de comprensión de la mejor manera en que todos y todas llegamos a aprender, independientemente de nuestra edad y lo difícil y complicadas que sean las tareas que se nos pongan por delante.