March 2014
Building Strong Teams

El Lento Trabajo de Dios

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La segunda de una serie de dos partes sobre fortalecer los equipos de liderazgo.

La conversación inesperada – pero necesaria – sobre el evento del Cinco de Mayo del año pasado.

Nuestro reto es suficientemente sencillo: la feligresía a la que sirvo es plurilingüe, multiétnica y financieramente vulnerable. Hemos llegado a la difícil conclusión de que no estamos más en posición de poder costear un sacerdote a tiempo completo. El mes pasado describí los primeros pasos que tomamos hacia un modelo de liderazgo basado en equipos. Empleando Las cinco disfunciones de un equipo como nuestra guía, el equipo central de liderazgo ha empezado a elaborar nuevos patrones de relaciones que creemos que nos permitirán avanzar hacia el futuro como una comunidad de fe viable, creativa y capaz.

Reconocemos que este trabajo lleva tiempo. Al igual que muchas feligresías, además de los retos que podemos ver y nombrar cómodamente, también estamos aprendiendo a identificar y a nombrar nuestros otros retos: los que son más difíciles de conversar más abiertamente.

A los dos meses de haber iniciado este esfuerzo, estamos más conscientes que nunca de que ésta no es una tarea para los timoratos. Compartir una amplia variedad de responsabilidades para el funcionamiento diario de nuestra feligresía, tratar de establecer niveles nuevos y constructivos de rendición de cuentas mutuas y, especialmente, asumir riesgos para profundizar el nivel de confianza entre nosotros ha sido difícil y hemos dado giros que no habíamos anticipado.

Las primeras metas que fijamos para crear confianza tuvieron que ver con crear un espacio en el que las personas pudieran, más abierta y honestamente, aceptar sus puntos débiles, sus deficiencias o los momentos en que se consideraron inadecuadas. Se les pidió a todos los miembros del equipo que identificaran una conducta o actitud defensiva que habían empleado en nuestro equipo en el pasado. La idea era que todos nos comprometeríamos a vigilarnos a nosotros mismos y a esforzarnos mucho en cambiar esa conducta o actitud defensiva incluso en los casos en que nos pareciera peligroso hacerlo.

Ese ejercicio fue difícil de por sí: es muchísimo más fácil identificar las medidas de protección ajenas que las propias. Después de nuestra primera ronda acordamos que volveríamos a repasar la lista, conscientes de que la autoevaluación y la autorrevelación no era algo que se hacía una vez, sino que era un proceso. Con todo lo incompleto que parecía ser ese esfuerzo, en nuestra próxima reunión descubrimos que había sido suficiente para trasladarnos a un aspecto de nuestra vida en comunidad que anteriormente habíamos sentido que hablarlo abiertamente era demasiado peligroso.

El mes de mayo pasado, la comunidad patrocinó una celebración del Cinco de Mayo en nuestro campus. Fue una oportunidad para unir a toda la feligresía alrededor de un proyecto definido, incrementar nuestra visibilidad en el barrio y recaudar fondos para nuestros ministerios. Después de que terminó, nos felicitamos por lo bien que había salido y seguimos adelante con nuestras vidas. Ahora, casi un año después del evento, un miembro del equipo de liderazgo asumió el riesgo de decir que en realidad perduraba un cierto resentimiento sobre ese evento. Si bien habíamos dedicado tanto tiempo y esfuerzo en celebrar el Cinco de Mayo, no habíamos hecho lo mismo cuando llegó el cuatro de julio. La percepción de algunos fue que era un desprecio a las fiestas patrias de Estados Unidos y que era especialmente hiriente dado que estábamos en Estados Unidos.

A varios de nosotros ese comentario nos agarró desprevenidos. Miembros de la parte hispanohablante de la comunidad trataron de explicar que muchos en esa comunidad no eran mexicanos y que el día no tenía un significado especial para ellos o incluso para la mayoría de los mexicanos. Expresaron que el Cinco de Mayo era un triunfo de mercadotecnia que había ayudado a los vendedores de cerveza y de tequila a aprovechar un día festivo no estadounidense para vender más producto. Para la parte hispanohablante de la comunidad, la intención de las festividades había sido tener una buena recaudación de fondos.

La conversación fue tensa e incómoda. La realidad es que todavía no entendemos bien cómo abordar el multiculturalismo en una comunidad de fe, así como honrar la realidad de que estamos en Estados Unidos. Al nivel de la dinámica de equipo, todavía no aprendimos a hacer valer y respetar nuestros valores y posturas individuales con suficiente claridad y apertura. Es fácil interpretar un evento como este a través de una lente de sospecha y temor. La tentación cuando usamos esa lente es ver al “otro” como un antagonista y temer que aquello que atesoramos está en riesgo. A su vez, esa postura conduce a un endurecimiento de las posturas e incita a la gente a ser reactiva.

En la reunión acordamos que nuestro equipo tenía un trabajo considerable por delante alrededor de este tópico. Estamos explorando la posibilidad de obtener ayuda de un capacitador externo para que nos ayude a lidiar con nuestra diversidad. También acordamos que necesitamos comunicar las cosas más claramente cuando un evento está dirigido principalmente a recaudar fondos, así como encontrar maneras de celebrar una amplia variedad de eventos patrióticos y culturales.

Cuando reflexiono sobre ese encuentro, que sólo representó un paso muy menor hacia la comprensión más profunda de nuestra complejidad, me viene a la mente la profundamente perspicaz reflexión de Teilhard de Chardin sobre la vía hacia la gracia y la labor de Dios:

Sobre todo, la confianza es el trabajo lento de Dios. Somos naturalmente impacientes en todo para llegar al final sin demoras. Nos gustaría saltear todas las etapas intermedias… pero, sin embargo, es la ley de todo progreso que se realiza pasando por algunas etapas de inestabilidad y que puede llevar un tiempo muy largo.

Reconociendo lo modestos que fueron nuestros primeros pasos, nos estamos esforzando por confiar no sólo en cada uno de nosotros, sino también en Dios.

Rosa Lindahl es asesora principal de Vital Teams y miembro fundadora del Ministerio Regional New River en Fort Lauderdale, FL, un proyecto por el que ganó un ECF Fellowship en 2011. Este enfoque regional del ministerio unió una feligresía urbana con buenos recursos, un ministerio latino que se reunía en establecimientos comerciales y una feligresía principalmente anglohablante con problemas financieros. En la actualidad, el Ministerio Regional New River aprovecha los recursos diversos de tres comunidades de fe diferentes. Antes de convertirse en sacerdote episcopal, en 2006, Rosa trabajó por 15 años en el desarrollo organizacional internacional y en la gestión de recursos humanos, principalmente en Federal Express. Rosa es colombiana, tiene una verdadera pasión por el ministerio latino y vive en Fort Lauderdale, Florida.

Recursos

This article is part of the March 2014 Vestry Papers issue on Building Strong Teams