March 2016
Conflict

¿Demasiado joven para liderar?

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Veo a mi iglesia como una gran familia. Me encanta hablar con todos las personas, hacer que la gente interactúe o que participe en diferentes actividades de la iglesia y simplemente saber que hay gente que realmente se interesa y se preocupa por mí. Al igual que todas las familias, tenemos nuestros problemas y desacuerdos, pero siempre logramos sobreponerlos a ellos.

Cuando tenía 15 años de edad empecé a trabajar como voluntaria en las clases de la escuela dominical. Mi primer trabajo fue ser asistente de la maestra del programa Jugar junto a Dios para preescolares.

Varios años después me uní a un grupo de adultos y adultas jóvenes, de 17 a 21 años de edad, que llevaban niños y niñas a la cafetería y los mantenían allí por un rato durante el servicio religioso. Les dábamos un pequeño refrigerio, a menudo donuts de la mañana con un poco de jugo. A veces cortábamos los donuts por la mitad o en cuartos porque teníamos tantos niños. Pero después del refrigerio jugábamos juegos, cantábamos canciones y les dábamos una lección breve. Nos divertíamos muchísimo con los niños y niñas, enseñándoles y cantando con ellos y ellas, haciendo pequeñas representaciones teatrales para la Navidad y cantando villancicos en el servicio religioso para los padres y las madres.

Si bien la mayor parte del tiempo lo pasábamos súper bien con los niños y niñas, algunos padres y algunas madres pensaban que los adultos y las adultas jóvenes no estábamos listos y listas para afrontar esa responsabilidad. Yo acababa de cumplir 18 años y me habían pedido que enseñara una clase junto con una amiga, una muchacha que también tenía 18 años de edad. Se habían hecho arreglos para tener a un padre o una madre presente durante la clase. Recuerdo que una madre estaba especialmente indignada por el hecho de que los y lis líderes de la iglesia hubieran permitido que dos muchachas de 18 años enseñaran una clase. Nos sorprendió y dolió que ella se sintiera así. Las cosas llegaron hasta el punto en que dejé de sentirme cómoda enseñándoles a los niños y las niñas y el sacerdote de ese entonces decidió que sería mejor que los adultos y las adultas jóvenes dejaran de llevar a los niños y las niñas a clases durante el servicio religioso, para evitar que surgieran más problemas.

Ojalá pudiera decir que las cosas mejoraron, que nos sentamos a conversar sobre eso como personas maduras, pero no lo hicimos. En ese entonces nuestro sacerdote se ausentó para ocuparse de ciertas responsabilidades familiares en su país de origen; la feligresía era como un rebaño de ovejas sin rumbo tratando de encontrar a alguien que poner a cargo. Algunas personas se estaban yendo de la iglesia porque no teníamos un sacerdote permanente y la gente no sabía qué hacer sin un liderazgo del sacerdocio.

Era un momento muy difícil en mi vida, porque en vez de estimularme a que hiciera mejor las cosas sentía que algunos adultos y adultas estaban tratando de impedirme que ayudara a la iglesia. Los sentimientos de enojo, incredulidad y la sensación de no estar apoyada estaban siempre presentes en mi mente. Decidí que no me echaría atrás y que no dejaría que esos sentimientos se apoderaran de mi autoestima. Seguí enseñándoles a los niños y las niñas. En otras palabras, opté por actuar por bondad.

Durante ese tiempo mi feligresía había estado tratando de encontrar un sacerdote para que nos sirviera. Recuerdo que cuando llegó nuestro sacerdote actual la iglesia estaba dividida y la gente no quería dialogar entre sí. Había diferentes motivos para ello. Yo nunca pregunté por qué, pero se podía ver. Lo que el sacerdote estaba tratando de infundirnos era que éramos una familia, todos nosotros, un cuerpo en Cristo. Que deberíamos amar a nuestros vecinos y vecinas y que la única manera de levantarnos de donde estábamos era trabajando en equipo. Poco a poco la gente empezó a unirse y a pedirse perdón entre sí. No pasó de la noche a la mañana. Llevó tiempo y mucha oración y meditación.

Avanzar al 2016

Ahora estoy enseñando en el servicio religioso dominical para niños y niñas. Lo que aprendí de todo esto es que a veces es mejor dejar que las cosas se solucionen por sí solas. Si uno sabe que está haciendo algo bien no se debe dar por vencido. Siempre podrá haber alguien que lo menosprecie a uno por su edad, su etnia, ser mujer o por sus antecedentes. Le sorprenderá ver cuánta gente quiere verlo fracasar. Todo eso es parte normal de la vida. Todos tienen una batalla que pelear y a veces desquitan sus frustraciones con gente que no tenían la intención de hacerlo. A fin de cuentas, cuando uno guarda rencor el más perjudicado es uno mismo, no los demás, así que lo mejor es seguir derrotándolos con bondad y demostrándoles cómo es el amor incondicional.

Ojalá algún líder de la iglesia se hubiera pronunciado en ese momento e intentado ayudar a los jóvenes a luchar por su derecho a seguir enseñando. Siempre oigo que “los jóvenes son el futuro de la iglesia”, pero ¿cómo podemos esperar que se conviertan en líderes si no les damos la oportunidad de crecer y demostrar sus habilidades? Entiendo que en ese momento la iglesia estaba luchando y que era difícil que ello ocurriera, pero me hubiera dado mucho aliento.

En esta situación me dio resultado quedarme callada y persistir. Pero a veces hay que hacerse oír y tratar de hablar con la persona que tiene un problema con uno. Especialmente a las personas más jóvenes les puede parecer imposible lograr algo. Recuerden 1 Timoteo 4:12 “Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza”.

Pruebe lo siguiente
En la historia que comparte Liz parece ser que no todos los padres estaban complacidos con que adolescentes de mayor edad lideraran la clase de la escuela dominical. El hecho de que había falta de liderazgo por la necesidad del sacerdote de renunciar a su puesto y ocuparse de un asunto familiar en su país de origen complicó la situación.

  • ¿Cómo está preparando líderes jóvenes en su feligresía?
  • ¿Cómo maneja los desacuerdos en su feligresía relacionados con quiénes están cualificados para liderar?
  • ¿Hay diferentes requisitos para diferentes posiciones, tales como escuela dominical, miembro o presidente de comité, miembro de la junta parroquial, coadjutor, etc.?
  • ¿En qué se basan esas cualificaciones? ¿Son suficientemente amplias como para estimular la participación de miembros más recientes o más jóvenes? Si no, ¿por qué no?

Liz Luna, de 23 años de edad, asiste a la Iglesia Episcopal St. Peters/San Pedro en Pasadena, Texas. Lidera los Ministerios de la Capilla de Niños y es pastora de jóvenes. Trabaja como voluntaria todos los primeros y terceros sábados de los meses en el banco de alimentos de la iglesia. Fuera de la iglesia trabaja a tiempo completo y pasa su tiempo libre con familiares y amigos.

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Citas Biblicas para la resolucion de conflictos

This article is part of the March 2016 Vestry Papers issue on Conflict