May 2012
Governance

¿De Arriba o de Abajo?

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Recuerdo un chiste que hacíamos a menudo en mis años de seminario:

¿Cuantos sacerdotes se necesitan para cambiar un bombillo?
La respuesta: Ninguno; pues eso lo hace el seminarista.

Ese chiste, aunque es bastante tonto, lo que enfatiza es un sistema jerárquico donde la autoridad para tomar decisiones y hacerlo casi todo viene del estado clerical, mientras los laicos y los que no son ordenados sirven para rezar, pagar y obedecer (en ingles decimos: pay, pray and obey).

Creo que en términos de eclesiología la gran diferencia que existe entre la Iglesia Episcopal y la Iglesia Católica Romana - de la cual provienen un gran numero de nuestros miembros hispanos y nuevos miembros en general - es precisamente nuestro “sistema de gobierno” (en ingles, “polity”). Nuestra visión eclesiológica en la Iglesia Episcopal depende de Convenciones Generales, con la Cámara de Obispos y la Cámara de Diputados, sínodos, convocaciones locales y diocesanas para tomar decisiones sobre la vida de la iglesia. Incluso, a nivel local en cada parroquia tenemos la Junta Parroquial (en ingles, “Vestry”) que administra los bienes de la iglesia y comparte la autoridad de dicha administración con el clero.

Realmente, esta visión colegial y mas abierta de gobierno se comenzó a implementar también en la Iglesia Católica Romana después del Concilio Vaticano II (1962-65) con la creación de consejos parroquiales a nivel local y los sínodos internacionales que aun se celebran en Roma, pero con el paso de los años se ha comprobado que en la practica los únicos que toman decisiones formales son los obispos; esto incluye al Obispo de Roma que no se le exige consultar a nadie para tomar decisiones que afecten la iglesia universal. El laicado, aun, no tiene voz, ni voto – en casi nada de lo que ocurre – incluyendo en la selección de obispos y sacerdotes para la comunidad local.

Además, para gran parte de los latinos que venimos de países donde la democracia es muy frágil – o casi inexistente – nuestra visión de iglesia democrática y con una autoridad compartida se convierte en un reto especial a nivel local. Muchos no estamos acostumbrados a ser consultados para tomar decisiones o a participar activamente en un sistema de dialogo tan abierto, pero tan exigente a la vez. No cabe duda que nuestra forma de “ser iglesia” requiere mas dialogo y mucha más colaboración entre clérigos y laicos – incluso nuestros obispos dependen de la aprobación de los líderes diocesanos. Este modelo de autoridad es algo completamente nuevo para gran parte de los latinos que provienen de una cultura influenciada por la Iglesia Romana; especialmente para quienes nunca han tenido contacto directo con las iglesias de la reforma. Muy a menudo me sorprende encontrar que aun existen sacerdotes romanos que nunca han trabajado en un ambiente ecuménico y que no tienen idea alguna de como funcionan las iglesias al cruzar la calle de la suya.

Por mi parte, yo considero que nuestra forma de gobierno en la Iglesia Episcopal es una gran riqueza, y aunque entiendo que algunos colegas lo consideran un dolor de cabeza, estoy convencido de que si Jesús pudiera elegir un sistema eclesiológico hoy día – entre las miles de denominaciones cristianas que existimos en el mundo – le gustaría mucho nuestra forma de tomar decisiones y de “ser iglesia”. Por algo el mismo Señor Jesús nos dice, “El que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás…” (Mc. 10:43). Nuestra forma de gobierno nos presenta una oportunidad para no solo predicar el evangelio desde el pulpito, sino para poner el evangelio en práctica con nuestra forma de mostrar el servicio y la humildad cristiana que requiere el evangelio de cada persona que sea capaz de aceptar el llamado a servir a Dios como laicos, obispos, sacerdotes o diáconos. De forma especial, creo que los laicos del siglo XXI se sienten bien al saber que se les toma en cuenta y que la iglesia no es una especie de dictadura espiritual, sino que es el Cuerpo de Cristo; en el cual todos tenemos voz y voto.

Por eso quizás nuestro mayor reto es no hablar tanto sobre “la manera episcopal de hacer las cosas” o nuestro “sistema de gobierno” (polity), sino poder llegar al punto de darnos cuenta que esta forma de servir y compartir autoridad es realmente lo que exige el evangelio de Jesucristo para su iglesia. Mientras nuestra forma de operar se vea como un sistema heredado de otros sistemas políticos y no como consecuencia del evangelio de Jesucristo, quizás muchos nunca lleguen a entender porque hacemos lo que hacemos. Estoy convencido que Dios nos llama a vivir nuestra fe en la Iglesia Episcopal y en la tradición anglicana, porque nuestras luchas – casi todas - están basadas en buscar la voluntad de Dios para todos, sin excluir a nadie. Y esa lucha incluye nuestra forma de funcionar y de tomar decisiones.

Padre Alberto Cutié es el sacerdote de la Iglesia de la Resurrección, Miami en la Diócesis del Sureste de la Florida

Resources

This article is part of the May 2012 Vestry Papers issue on Governance