September 2014
Sharing Our Gifts

Sopa de Piedra

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Hay un viejo cuento que todo el mundo conoce. Es sobre un viajero “pobre” que llega a un pueblo y con mucho floreo empieza a hervir una olla de agua a la que ceremoniosamente añade una piedra. Poco después, por supuesto, la curiosidad vence y los habitantes del lugar se acercan para preguntar. “Bienvenidos”, dice el viajero, “¡la sopa de piedra es mucho más sabrosa con amigos!”. Intrigada, la gente lo escucha describir la sopa que está haciendo y al poco tiempo todos empiezan a aportar cosas. Finalmente la gente del barrio se sienta junta, con pan del panadero y vino del bodeguero, para compartir un verdadero banquete.

Este cuento nos hace reír. Gente tonta, engatusada para hacerle sopa a un mendigo. Pero, ¿realmente la engatusaron? ¿Realmente el viajero no aportó nada o fue el catalizador, el portador del Espíritu que posibilitó una nueva vida? Es difícil imaginar que un hombre con sólo una olla y una piedra hubiera podido producir un banquete, pero lo hizo. Entonces, ¿qué sabiduría hay en ello para la Iglesia? ¿Podría ser que nuestros recursos en disminución además de ser un reto son un don? Eso puede ser difícil de imaginar si uno está luchando por pagar las cuentas y llegar a fin de mes, pero permítanme contarles otro cuento.

Hace varios años, Grace Church, Nampa, Idaho inició el “Adventure Club”, un grupo de senderismo para niños durante el verano. Los números aumentaron, especialmente cuando los niños de La Capilla de la Gracia, nuestra misión latina, se unieron. Necesitábamos un autobús.

“No hay problema”, dijo una de los líderes de jóvenes. Su cuñada estaba en la junta directiva de una gran fundación, el Fondo Maybelle Clark Macdonald. La líder de jóvenes habló con su cuñada para obtener más información sobre los tipos de proyectos que financiaban. Si bien Grace y la Capilla de la Gracia no coincidían exactamente con los criterios de financiamiento de la fundación, los estimularon a que redactaran una propuesta de subsidio.

Varios meses después eran los orgullosos propietarios de un “nuevo” autobús (usado) con un elevador para sillas de ruedas. Tener el autobús les permitió expandir el Adventure Club y transportar a los niños las trece millas desde La Gracia hasta Grace Church para contar con un grupo de jóvenes combinado. Sacamos una foto, expresamos nuestro profundo agradecimiento y pensamos que eso era todo.

El verano siguiente, una representante de la fundación estaba de visita en la localidad y paró en la iglesia. Pasó casi una hora hablando sobre la misión y los ministerios de Grace. “Entonces, ¿por qué no pidieron nada más?”, dijo. “Hay tantas cosas que puedo hacer para ayudar. ¿Qué les parece tecnología? Me encanta la tecnología”.

¡Estaba tan entusiasmada. Era raro y confuso. Yo tenía ganas de decirle, “¡Pero no cuadramos con los criterios de su fundación y ya tenemos una computadora!”. No es a menudo, sin embargo, que alguien venga y le hable a uno sobre el increíble trabajo que está haciendo su iglesia. Entonces, incluso si pensé que lo último que necesitábamos era “tecnología”, dejé que la idea me siguiera dando vueltas en la cabeza.

Recordé el entusiasmo que generó un iPad que había traído un voluntario a nuestro programa La Gracia para después del horario escolar. A los estudiantes les encantaba usarlo. Bueno, a lo mejor, pensé. A lo mejor tabletas para ese programa podrían ser útiles. Muy pocos de nuestros estudiantes tenían acceso a más que teléfonos, así que diseñamos un programa de enseñanza individual para después del horario escolar en el que se empleaban tabletas para ayudar a los estudiantes a alcanzar sus objetivos académicos. Después redacté el pedido de subsidio. El programa se financió.

Fue increíble. Nuestro programa creció a medida que los estudiantes fueron ganando puntos para obtener sus propias tabletas Surface o Nabi. Forjamos relaciones con los maestros y los padres de los estudiantes. Usar las tabletas significó que la tarea para el hogar se hacía más rápidamente y que los estudiantes estaban a la par. El sentido de comunidad que surgió fue cada vez más fuerte. Cuando llegó el verano, para gran sorpresa de los padres, explicamos que confiábamos suficientemente en ellos y en los niños como para permitirles que se llevaran las tabletas a la casa. Esta confianza y relación nos permitió enviar a siete estudiantes a un campamento de ciencias de dos semanas cuando surgió una oportunidad a último minuto. La “tecnología” que pensé que no necesitábamos transformó nuestro programa.

Y todo ha empezado a transformar la manera en que pensamos en nuestra misión y recursos aquí en Grace. Sabemos que tenemos que empezar con una visión y expresar esa visión. Sabemos que tenemos que tomar acción con los recursos que tenemos. Pero al igual que el viajero, estamos aprendiendo que hay un don en compartir esa visión. Cuando la visión de Grace/La Gracia Church en Nampa, Idaho, encontró la visión del Fondo Maybelle Clark Macdonald del Estado de Washington, se encendió una chispa y el Espíritu le dio un soplo de nueva vida. Ambos somos más que lo que éramos. A medida que vivimos más profundamente en esta nueva comprensión de visión y misión compartidas, abundan los dones inesperados. Entendemos que estamos llamados a compartir nuestros recursos, nuestra visión y nuestra necesidad. Las sillas vacías en nuestra mesa se han convertido en invitaciones para participar, en lugar de símbolos de decadencia.

Entonces, ¿cómo funciona? Primero acepte que Dios nos puso ahí para un buen propósito de Dios. Agradecemos a Dios por su sabiduría y bondad. Después encontramos un lugar en el que hace falta proclamar las Buenas Nuevas. Expresamos esa visión para esa misión de la mejor manera que podemos y evaluamos los recursos que tenemos. Es hora de la cena. Nadie parece estar dispuesto a compartir. Bueno, pongamos agua a hervir e invoquemos al Espíritu. ¿Qué recursos necesitamos? Haga una lista pública de lo que hace falta. ¡Con lo buena que es esta sopa, algunas zanahorias la mejorarían todavía más! Algunos recursos vendrán a usted. Otros tendrá que buscar. Para Grace, redactar subsidios ha sido una gran fuente. Entre en Internet. Busque en Google lo que esté buscando, como “subsidios para programas de niños” o “subsidios para instalaciones de arte”. Lo que está buscando son fundaciones con una visión que se cruce con su visión. Lea los criterios detenidamente, Uno busca objetivos comunes, pero también debe estar abierto a posibilidades. ¡Y si conoce a alguien que conoce a alguien, toque esa puerta!

Recuerde que está invitando a alguien al banquete. Ábrase al Espíritu. Usted es el que porta la visión, pero esa visión nunca está completa. Esté receptivo a los cambios que vienen con la colaboración. Y finalmente, incluya a todos en la celebración. Todas las fundaciones piden informes finales. Ese es un documento de celebración. Sea detallado y respetuoso al completar esos documentos. Esta gente tiene una silla en su mesa. Son huéspedes de honor y compañeros de viaje.

Pruebe lo siguiente: En el cuento de la Sopa de piedra, el héroe tiene una visión: una comida deliciosa. Después explora lo que tiene. Tiene una olla, materiales para encender un fogón, agua, una piedra. Toma lo que tiene y empieza. Después comparte la visión y las necesidades específicas con otros. Invitamos a los líderes de feligresías a que sigan los siguientes cinco pasos:

1. Visión
2. Evaluar recursos
3. Tomar alguna acción
4. Compartir visión y necesidades (¡Ustedes también pueden ser parte de esta gran labor!)
5. Permitir que la visión crezca a medida que la comunidad que la rodee crezca. ¡Celebre la abundancia que tiene ahora!


Karen Hunter ha sido sacerdote en Idaho desde su ordenación, en 1998. Sirvió en iglesias episcopal y presbiteriana en la pequeña localidad montañosa de Salmon, Idaho, antes de ir a Nampa y Grace Church en 2007. También fue canóniga a tiempo parcial de Educación y Formación y jefa de redacción del boletín diocesano por varios años. Es oriunda de Montana, donde inició su ministerio profesional como capellana de la Universidad de Montana en Missoula. Fue párroca lega en St. Mark’s, Anaconda, Montana y en Church of the Redeemer antes de su ordenación. Ella y su esposo Randy tienen dos hijos y cinco nietos.

Recursos

This article is part of the September 2014 Vestry Papers issue on Sharing Our Gifts