March 12, 2012

Conversación a imagen de Cristo

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Todos hemos estado en una de esas reuniones: una reunión interminable en la que la gente dice lo mismo que dijeron otros, en que algunos hablan con el único propósito de oírse hablar o en la que las emociones fuertes impiden que se tomen decisiones. Yo estaba hablando con una amiga que integra la junta parroquial de una gran iglesia episcopal urbana. Me dijo que las reuniones a veces eran desagradables, no a causa de las decisiones difíciles que tenían que tomar de tanto en tanto, sino a causa de la cantidad de conversación innecesaria e improductiva.

Al igual que en cualquier otra organización, los egos a menudo se interponen en la habilidad de la junta parroquial de tomar una decisión. Si se une eso a la profunda conexión de los miembros con la iglesia hasta con los detalles ínfimos de la vida eclesiástica, como el color de la pintura en el salón de actos de la parroquia, es fácil olvidar nuestro verdadero cometido.

¿Cómo tomamos decisiones en medio de todo eso y evitamos quedar empantanados en egos y emociones?

Es un ejercicio útil repasar ocasionalmente la dinámica y los procesos del grupo. La conversación, ¿ayuda o entorpece la toma de decisiones? ¿Dominan todas las discusiones un puñado de personalidades fuertes? ¿Es una junta parroquial o un grupo pequeño o una feligresía que trabajan unidos para cumplir con su misión de traer el amor de Cristo al mundo? ¿O la gente está demasiado apegada a la manera en que son las cosas o al sonido de sus propias voces en una iglesia cada vez menos llena? Idealmente, la conversación debería servir a la iglesia y a su misión, no a los que están teniendo la conversación.

En un nivel diario y práctico, aquí hay cinco guías para la conversación empleadas en el Seminario de la Calle, una comunidad de Oakland, California:

  • Hable según su propia experiencia y evite generalizar.
  • Sea lo más honesto y auto reflexivo posible. Note cuando esté tratando de manejar lo que piensa la gente de usted diciendo las cosas “correctas”. Nótelo y después deje de emitir juicios sobre los demás.
  • Suponga que hay buenas intenciones.
  • Adopte una actitud que permita verdades múltiples y complejas.
  • Evite el impulso de planificar lo que va a decir mientras que otro esté hablando. Confíe en que tendrá las palabras adecuadas cuando llegue el momento.
Es importante que nos hagamos preguntas constantemente sobre lo que vamos a decir y por qué lo diremos, así como sobre cómo estamos sirviendo a la iglesia y a su misión. Cuando nuestras palabras están dirigidas al servicio del prójimo y al amor de Dios, la iglesia puede crecer con fuerza.