September 2012
Practicing Generosity

Una Nueva Manera de Encarar la Mayordomía

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La mayordomía es sobre la vida, la vida entera. Es vivir la vida de Dios: vivir con más generosidad, valentía y fe. La mayordomía lo abarca todo. Es por eso que no tenemos una campaña de mayordomía en St. George’s en Valley Lee, Maryland, la dinámica y creciente feligresía en la que sirvo. En lugar de ello tenemos una campaña anual de donativos: un llamado a la generosidad financiera de la gente.

Por favor no piensen que somos vulgares. En realidad, es lo opuesto.

En St. George’s hacemos mayordomía todo el tiempo. De más está decir que nuestro culto eucarístico revela la abundante y generosa naturaleza de Dios. Y formamos nuestra vida en Dios por medio de sermones que tienen que ver con la vida en pleno, de oportunidades de formación para todas las edades, de cuidado pastoral sostenido y de fiestas en la iglesia que unen a personas muy diferentes y las llaman, como si fueran una sola, al Cuerpo de Cristo. Eso es mayordomía. ¿Qué tiene de especial todo eso? Evidentemente nada. Todas las iglesias lo hacen.

En St. George’s, sin embargo, no hemos estado esforzando en alcanzar un espíritu correcto. Celebramos y damos gracias. Nuestro liderazgo se interesa en el espíritu con el que abordamos nuestra vida cristiana común. Por supuesto que tenemos gente demasiado preocupada por el aspecto pecuniario o por los pequeños detalles y gente que siempre cree que ocurrirá alguna calamidad, pero nuestro liderazgo no está motivado por el dinero. Cuando recién llegué y el dinero (o la falta de él) era la principal fuente de preocupación, puse el informe del tesorero al final del orden del día de la junta parroquial y les dije por qué: empezamos escuchando a Dios y respondiendo, independientemente del dinero. Si fuera de otra manera y empezáramos por cuánto dinero no teníamos, lo único que haríamos sería preocuparnos y atrofiar nuestro crecimiento. También creamos un comité de finanzas independiente que presentó muchas ideas creativas sobre el presupuesto, entre ellas tener conversaciones sobre nuestras misiones. Desde entonces hemos abordado el tema del dinero de esa manera.

Y no confundamos la mayordomía con el dinero. La generosidad financiera es un aspecto de la mayordomía; hablar sobre mayordomía cuando lo que en realidad se está haciendo es recaudar fondos es artero y oscurece su verdadero significado. Mantener la concentración en la vida de Dios y el llamado a ser discípulos importa más que ninguna otra cosa.

Cuando las feligresías finalmente levantan el velo y empiezan a hablar sobre recaudar fondos, a menudo presentan una página electrónica Excel nefasta con un presupuesto que por sí solo no dice nada sobre el Cuerpo de Cristo. Por lo general, un defensor de la mayordomía narra la historia detrás de los números. Algunas feligresías intentan presentar un presupuesto narrativo con forma de gráfica circular con categorías como extensión, educación, administración, etc.

Probamos todo eso en St. George’s y no funcionó. Para empezar, nadie logró persuadirme que un presupuesto detallado refleja la misión de Dios. Asignamos fondos a cosas en los presupuestos que son madera muerta y alguien tiene que ser honesto al nombrarlas. Y todos los presupuestos narrativos terminan con dos grandes partes de la gráfica circular: administración y personal. Esas no son categorías agradables para recaudar fondos, así que los costos se tienden a redistribuir: se añaden evaluaciones diocesanas a la extensión y se pide a los rectores que rindan cuentas de los minutos específicos que pasaron en cuidados pastorales o en preparación de sermones.

En St. George’s hicimos que nuestras operaciones institucionales enseñen al pueblo de Dios lo que significa vivir la vida de Dios. Un presupuesto radicalmente diferente es un primer paso necesario. Redujimos nuestro presupuesto de operaciones a lo más esencial: costos de energía, gastos de instalaciones, asignaciones administrativas modestas, cofradía del altar y personal. La campaña anual de recaudación de fondos apoya el presupuesto de operaciones y decimos abiertamente lo que cuesta en tiempo real tener una planta física y ministros competentes. Fuerza a nuestro personal, incluyéndome a mí, a ser muy claros sobre nuestra concentración, ministerio y dedicación a la comunidad. El presupuesto es mucho más breve, para permitirnos ver cada línea todos los años y preguntar si está sirviendo la misión de Dios como la discernimos. En una ocasión describí esta manera de abordar el presupuesto a una miembro del personal diocesano de alto nivel que frecuentemente se vestía de violeta. Violeta levantó las cejas, abrió los ojos de par en par, me miró como si fuera la cosa más extraña que hubiera oído jamás y me preguntó si causaría que la gente donara menos. En realidad fue exactamente lo opuesto: desde que pusimos en práctica esta estrategia los donativos prometidos promedio aumentaron a cerca de $2,000, de los $1,200 de hace varios años.

El aumento de los donativos proviene de una mayor vitalidad y participación en nuestra iglesia. No quitamos ítems del presupuesto, sino que más bien los liberamos para que generaran su propio potencial de misión. Estimulamos a los grupos de ministerios a que discernieran libremente la llamada de Dios en ese momento de sus vidas, para que soñaran a lo grande y ayudaran a que la feligresía fuera más ágil y receptiva. Aposté que el dinero vendría y que sin duda vendría a los grupos con la imaginación más persuasiva y la participación más carismática en la comunidad. Y así fue. Se han recaudado más fondos para ministerios aparte del presupuesto de operaciones centralizado que con el sistema anterior. Nuestro comité de extensión solía obtener unos míseros $1,300 en el viejo presupuesto, pero ahora realizan una campaña de recaudación de fondos y aportan $6,000. Pero no es sólo sobre dinero. Es sobre una iglesia radicalmente diferente en la que se comparte el poder, el discernimiento es constante, el dinero es difuso y la misión lo permea todo.

¿Y las actividades para recaudar fondos? Oficialmente tenemos una sola, nuestro Festival de Pasteles de Cangrejo. En el festival creamos un ambiente divertido en el que nos celebramos los unos a los otros, así como la herencia del sur de Maryland. Hemos convencido a la comunidad (o a la mayoría de ella) que si terminamos sin deudas ni superávits hemos alcanzado nuestro objetivo. Fue especialmente sorprendente cuando ganamos mucho más dinero que lo que ninguno hubiera supuesto posible.

En cuando a las otras actividades para recaudar fondos, si bien estaban motivadas por el deseo de hacer el bien y de recaudar fondos, en realidad estaban más alejando a la gente de la iglesia que acercándola: creaban demasiados jefes, herían demasiados sentimientos, agotaban a la gente y tenían poco y nada que ver con la misión de Dios.

Vivimos con menos dinero proveniente de actividades de recaudación de fondos, si bien el ingreso que perdimos estuvo ligeramente contrarrestado por recortes de gastos del presupuesto de operaciones. No descartamos del todo las actividades de recaudación de fondos, más bien las dejamos en manos de los grupos de ministerios. Ha sido muy gratificante observar a los diversos grupos de ministerios de la feligresía – o a un nuevo grupo lleno de sueños – modificar los propósitos de viejos eventos y convertirlos en algo divertido. El dinero recaudado va directamente a su proyecto o misión (con supervisión y coordinación de la junta parroquial), lo que brinda vitalidad a su labor y genera la participación de una gama más amplia de feligreses. Un ganar/ganar.

Es necesario encarar la mayordomía de otra manera. Nuestra iglesia, estable e institucional, así como nuestro mundo hambriento de significado, anhelan recibir el mensaje de que el Dios que conocemos es abundante, generoso y enamorado de Su mundo, y además que hay hombres y mujeres que viven de esa manera. Por el bien de nuestro mundo, nosotros los que nos llamamos el Cuerpo de Cristo tenemos que vivir una vida generosa más robustamente . Si nos vamos a convertir en mayordomos más valientes y menos temerosos también necesitamos que la iglesia institucional trabaje para nosotros, no en contra nuestra. Necesitamos que la iglesia se convierta en “esa escuela para el servicio de Dios” para enseñar al pueblo de Dios lo que es y no es la mayordomía, para inspirar con esperanzas y creatividad las mejores capacidades de nuestros espíritus de dar y dar generosamente, no porque tenemos que hacerlo, sino porque tenemos ese poder. Y porque sabemos lo mucho más plenas que son nuestras vidas cuando lo hacemos.

Greg Syler es rector de St. George’s in Valley Lee, Maryland. Es copresidente del Grupo de Exploración de Ministerios Colaborativos (Collaborative Ministries Exploration Group) de la Región 6 de la Diócesis de Washington y fue parte del grupo que creó un programa de campamentos de verano.

Recursos

This article is part of the September 2012 Vestry Papers issue on Practicing Generosity