January 2017
Vestry Leadership

Confía en el proceso

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Crecí en la Iglesia Cuadrangular, una denominación evangélica pentecostal. Mi papá es pastor y mis recuerdos más tempranos incluyen ayudar a mi papá a ministrar a personas marginadas, sin hogar y con necesidad de rehabilitación. Mi papá tenía una casa de medio camino y utilizaba la rehabilitación cristiana de estilo militar para ayudar a la gente que más lo necesitaba. El liderazgo en la iglesia de mi padre era básicamente él solo. Tomaba todas las decisiones y recuerdo que, con el tiempo, incluía a mi mamá ya mí en la administración de la Iglesia. Nunca le pagaron, pero tenía que mantener un registro financiero para enviar a nuestra denominación. Siempre tenía que tener otros trabajos para poder mantenernos pero siempre teníamos comida en la mesa, aun si era arroz con gandules.

Llegar a Casa
Comencé a ir a la iglesia episcopal porque mi papá y Anthony Guillén, rector en ese entonces de Todos los Santos, Oxnard, se conocían por su ministerio comunitario. Anthony sabía que mi papá era músico y tenía un grupo de alabanza y quería avivar la música en el servicio de inglés. Nos invitó a cantar una vez y se convirtió en más de una visita. La gente recibió bien la música y empezamos a ir regularmente. Después de un tiempo, dejamos de tocar, mi papá y hermanos dejaron de asistir, pero algo me mantuvo en Todos los Santos. Seguí asistiendo al servicio dominical y una día Anthony me preguntó por qué no tomaba la comunión. Le dije que no estaba segura qué significaba la comunión en la iglesia episcopal. Me preguntó qué significaba para mí y le dije que pensaba que era la representación del cuerpo y la sangre de Cristo. Dijo que era exactamente lo que era y que podría significar lo que yo quería en mi vida. Mis experiencias previas con la comunión fueron primeramente, tomarla una vez al año en mi iglesia Cuadrangular en la Pascua y segundo, sentirme herida por no poder tomarla en la iglesia católica de mi tía, aunque realmente quería tomarla. Decidí que tomaría la Comunión la próxima vez que estuviera en la Iglesia. Anthony dijo que vio una lágrima rodar por mi mejilla cuando tomé la comunión y me dijo: "¡Bienvenida a casa!"

El valor del liderazgo laico
Una de las cosas que más admiraba de la iglesia episcopal era que había orden. Habían pasos y reglas a seguir, y aunque a veces era incómodo sabía que tenía que confiar en el proceso. Me di cuenta que una de las razones por las que amaba tanto a la Iglesia Episcopal era que no había una sola persona a cargo. Yo no lo sabía en ese momento, pero había una Junta Parroquial que ayudaba al Padre Anthony a tomar las decisiones y no era el único encargado. En mi otra experiencia, la gente ayudaba y daba ideas, pero mi papá tenía la última palabra. En la iglesia episcopal, noté que la junta tenía la última palabra. Tomé algunas clases informales con Anthony y más tarde entendí que eran clases de confirmación. Aprendí mucho sobre la iglesia en este proceso.

Un punto clave para mí fue la primera reunión anual a la que asistí. Vi que todas las personas en la junta parroquial tenían un trabajo. La gente de la Junta quería lo mejor para su iglesia y habían sido seleccionados por el pueblo. Vi una democracia porque podíamos votar por la gente que nos representaría. Pude entender que aunque todos los miembros de la Junta pensaran de manera diferente, podían seguir trabajando juntos por el bien de la iglesia. Para mí, esta democracia responsabilizaba a las personas porque estaban siendo elegidas por la gente en la iglesia. Después de la reunión anual, me involucré mucho más en la iglesia. Incluso conocí a mi esposo, Víctor, en el servicio de español.

En un momento dado, la Junta y el padre Anthony sintieron que era un buen momento para crear un grupo de jóvenes, así que llamaron a todos los jóvenes, entre ellos a mí y a Víctor, para que formaramos parte de un comité para hablar sobre cómo avanzar. El grupo llegó con muchas ideas, pero fue un poco frustrante porque teníamos que esperar a que la Junta las aprobara. Estaba tan acostumbrada a un estilo de liderazgo de una sola persona donde las cosas se hacían rápidamente pero me di cuenta que el tener varias voces era un buen sistema aunque se tardaba más en tomar una decisión.

Un lugar para todas y todos
Poco después, dejé la congregación porque me fui de California por siete años. Cuando regresé, vi algunos cambios grandes. Cuando empecé a asistir a Todos los Santos el ministerio latino-hispano era nuevo y había traído muchos cambios, como traer la imagen de la Virgen de Guadalupe al santuario. Esto puso nerviosa a la congregación de habla inglesa y se mostró en la Junta. Había sólo un par de hispanohablantes en la junta en ese tiempo y se sentían intimidados por el lenguaje y por algunos de los miembros. Anthony fue muy intencional en educar a los hispanohablantes en todos los asuntos de la iglesia episcopal. También los ayudó a sentirse a gusto porque proporcionó todo en ambos idiomas.

Ahora que he estado de regreso en Todos los Santos por cuatro años, puedo ver que hay una representación justa en la Junta. Los hispanohablantes sienten que pueden hablar y saben cómo funciona la Junta Parroquial. Todavía hay diferencias (por ejemplo, los hablantes de inglés quieren seguir las reglas exactamente, mientras que los hispanohablantes quieren seguir las reglas pero también modificarlas para su realidad), pero porque tenemos un proceso y orden, todos pueden ser escuchados y trabajar juntos por el bien de toda la iglesia.

Hay tres sugerencias que daría a las Juntas Parroquiales, especialmente aquellas en las iglesias que son multiculturales y multilingües:

  1. Recuerda por qué querías servir en la Junta. No es sólo tu iglesia, sino la iglesia de todos y estamos allí para servir a Cristo.
  2. Reconoce las diferencias y aprende de ellas. Aprende a aceptar y respetar las diferencias en las culturas y la gente en la junta y comuníquense a menudo.
  3. Piensa en el futuro. Las decisiones que se toman ahora nos afectarán a todos en el futuro. Tiene que haber cambio para crecer. La tradición es hermosa y es lo que me atrajo a la iglesia episcopal, pero nuestra misión es lo que me mantiene aquí.

Estoy agradecida a Dios que mi papá es un pastor activo que me enseñó a ayudar de cualquier manera.
Estoy agradecida de haber conocido a Anthony a través de mi papá y haber sido presentada a la iglesia episcopal.
Estoy agradecida de que todavía estoy aprendiendo a confiar en el proceso.

Jade Mohorko Ortiz está estudiando una maestría en educación y es maestra. Jade ayuda con la música, es la directora del ministerio de niños y jóvenes, y predica en la Iglesia Episcopal Todos Los Santos en Oxnard y es la Ministra de Niños, Jóvenes y Familias en la Iglesia Luterana Nuestro Redentor en Oxnard. Jade y su esposo Victor tienen dos hijos y viven en Oxnard, California. Tiene una licenciatura en Pedagogía de la Historia y obtendrá sus credenciales para enseñar en California este año.

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This article is part of the January 2017 Vestry Papers issue on Vestry Leadership