May 2017
Evangelism and Discipleship

El Ministerio con trabajadores agrícolas – el Discipulado en acción

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El padre Antonio Rojas, mejor conocido como el padre Tony, es una leyenda entre la gente. Desde 1998 ha estado ayudando, yendo a los campos y llevando la misa a los/las campesinos/as marginados/as. Este ministerio no lo empezó el padre Tony, sino una mujer que llevaba ropa al campo, pero él fue el misionero. Yo me enteré del programa cuando siendo parte de la Iglesia Episcopal El Buen Pastor llevé a un grupo de jóvenes al Ministerio Episcopal de los Trabajadores Agrícolas. Tras haber visto que había una necesidad incumplida en la ciudad de Durham para la población latina, comencé a ayudar en lo que podía. Cuando surgió el puesto de coordinador de programas para ese ministerio, pensé que me gustaría probarlo por sólo un año, pero todavía sigo aquí, ayudando a la comunidad.

Aislamiento y miedo

Hay diferentes clases de trabajadores agrícolas. Debido a que sólo un 12 por ciento de ellos tiene visa de trabajo, están sujetos a abusos de los contratistas, amplificados por el hecho de que están limitados a permanecer en las fincas. El 50 al 70 por ciento de esos trabajadores son indocumentados y van de estado en estado en busca de trabajo. Estas familias cobran lo que les den, el trabajo es agotador, alquilan viviendas en condiciones deplorables, viven en la miseria y no tienen contacto con la comunidad que los rodea. A veces, por desconocer este país, pasan hambre y no se atreven a salir de donde están.

No vamos a poder solucionar el problema de los trabajadores agrícolas en este país. Y si se solucionara y sólo pudieran trabajar los documentados, todos los indocumentados quedarían sin trabajo. Algo similar ocurre con los/as trabajadores/as domésticos. Los/as que no están dispuestos/as a pagar un sueldo justo no tienen ningún problema en tomar indocumentados/as. Y si causan problemas, como son indocumentados/as, se les amenaza o simplemente se les despide.

Estos/as trabajadores/as agrícolas indocumentados/as son muy trabajadores/as. Saben hacer trabajo manual. Si no hay trabajo agrícola, pueden ser empleados/as domésticos, pintores/as y jardineros/as. Pero como no entienden el sistema de EE UU, no salen adelante y viven aislados/as. Pero los/as que se empiezan a integrar y a aprender inglés, prosperan y triunfan.

Aunque el dicho dice que es mejor enseñarle a alguien a pescar que darle un pescado, parte de los programas que ofrecemos es darles el pescado. La gente que servimos tiene poco y nada. Necesitan comida, necesitan lo básico y eso es lo que les damos. No tiene sentido que aquellos que siembran los campos y levantan las cosechas no tengan qué comer. También tratamos de enseñarles que no tienen que tenerle miedo a su entorno, pero miedo de que en cualquier momento se les pueda expulsar o deportar es real. Después de las elecciones, todas las personas que viven en el campo están dejando de salir. Van a comprar al supermercado en la noche. La gente está asustada y piensa que no hay ningún lugar seguro. Es por eso que nuestra presencia es muy necesaria.

Una comunidad invisible

La manera en que evangelizamos y hacemos discipulado no es como lo hacen las iglesias, porque lo hacemos como parte de la asistencia social. Nuestros clientes sólo tienen libre los domingos, así que tenemos que ser creativos con el cuidado pastoral. Los instruimos para que no vivan atemorizados. La gente viene aquí buscando trabajo, buscando una mejor vida para sus hijos e hijas. Las personas a las que ayudamos hacen correr la voz sobre nuestros servicios. Nuestros clientes no ven nuestra página web ni nuestra página de Facebook. En otras palabras, hacen correr la voz de boca a boca. Esto nos causa problemas si no podemos ir a ciertos campos, porque si no estamos en contacto con nuestros clientes ellos dejan de usar nuestros servicios. Siempre estamos en contacto con otras organizaciones para que nos podamos ayudar entre nosotros a mantenerlos/as informados/as. Los/as que regresan cada año saben sobre nuestra ayuda, nos visitan cuando regresan y les dicen a otros/as sobre nuestros servicios.

La triste realidad es que los trabajadores agrícolas son una población invisible. La gente piensa que las frutas se cosechan a máquina, que las frutas y las verduras orgánicas están en granjas bonitas, pero todo es como una fábrica en la que hay que trabajar con rapidez para llenar cubetas. Nadie sabe cómo viven, qué hay detrás de las frutas que compramos en las tiendas. Hay leyes que no se cumplen ni refuerzan.

Nosotros seguimos ayudando y concientizando a los demás. Hemos tenido sesiones de diálogos con los/as trabajadores/as y comidas mensuales para preguntarles qué necesitan. Yo no les quiero proporcionar lo que yo pienso que necesitan. Pero también es necesario que ellos confíen en nosotros y eso toma tiempo. Recuerdo que debido a que los/as trabajadores/as del tabaco necesitan usar impermeables porque se mojan mucho, repartimos impermeables. Ellos me agradecieron muchos los impermeables, pero cuando los usaron se rompieron. Cuando les pregunté cómo les iba con ellos, me daban las gracias y no me decían que se les habían roto. Por fin alguien tuvo el valor de decirme que se les habían roto. Estas sesiones de diálogo nos ayudan mucho, porque los trabajadores no solo nos dicen qué necesitan sino que pueden ver que forman una comunidad y que unidos pueden lograr más que solos.

Hoy en día nadie sabe exactamente cuántos campos hay. Pero cada campo puede tener de 8 a 100 personas. Cuando tenemos nuestro festival anual pueden venir hasta 3,000 personas. El año pasado continuamos nuestra misión de prestar servicios directos, asistencia social, educación y atención pastoral a casi 3,500 trabajadores agrícolas en los condados de Johnson, Harnett y Sampson en Carolina del Norte. Como parte de la Iglesia Episcopal, estamos comprometidos a seguir el ejemplo de Jesús, que sirvió a la gente pobre, necesitada y marginada, y que además de enseñarles a pescar les entregó pescados.

Juan Carabaña, Ph.D, es nativo de España, biólogo molecular, y miembro y guardián mayor de la Iglesia Episcopal El Buen Pastor en Durham, NC. Fue investigador en el Departamento de Inmunología de la Universidad de Duke y en el Departamento de Oftalmología de UNC Chapel Hill. En El Buen Pastor, es codirector del grupo de Girl Scouts Latinas, director juvenil, y desarrolla programas de liderazgo y educación para fortalecer a la comunidad latina y mejorar su calidad de vida en Durham. Está casado, tiene tres hijos, y disfruta pasar tiempo con su familia, el aire libre, y jugar fútbol.

Recursos

This article is part of the May 2017 Vestry Papers issue on Evangelism and Discipleship