September 2018
Practical Stewardship

La mayordomía es clave en América Latina y la República Dominicana

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La mayordomía personal es una parte importante de la autosostenibilidad de la Iglesia y de su propia dignidad en américa latina y la República Dominicana. La mayordomía es tan importante que cada feligrés de cada misión y parroquia debe diezmar y ofrendar para apoyar la obra misionera local y diocesana. Asimismo, cada parroquia y misión necesita un Comité de Mayordomía que realice una campaña anual de mayordomía y que ayude a sus miembros a comprender más sobre la mayordomía.

En la cultura católica romana de América Latina los feligreses se les enseñó a ofrendar “limosnas.” En la Iglesia Episcopal la ofrenda se emplea en el mantenimiento de la Iglesia, incluyendo los sueldos del clero, otros gastos de la Iglesia, un aporte a la diócesis y asistencia a los necesitados. Los diezmos y las ofrendas son importantes para la vida cotidiana de la Iglesia Episcopal.

El bajo nivel de mayordomía en nuestras iglesias de la Provincia IX está vinculado al modelo misionero de dependencia que los primeros misioneros trajeron al crear la Iglesia Episcopal en América Latina. Porque el pueblo era tan pobre los misioneros pensaron que la Iglesia Episcopal proporcionaría todo lo necesario para crear la Iglesia local. Ese modelo antiguo estableció una cultura de dependencia, e incluso hoy en día hay sacerdotes que dicen “nuestra gente es pobre, así que no puede ofrendar”.

Para la integridad de la Iglesia Episcopal en América Latina y su autosostentibilidad financiera, es imprescindible que todas las personas, empezando con el/la sacerdote, practiquen el diezmo. No hay mejor manera de mejorar el sostén financiero de la Iglesia y apoyar la obra misionera de su diócesis.

Una Iglesia que no practica la mayordomía y recibe sólo limosnas, es una Iglesia siempre dependiente del apoyo externo. La mayordomía, que reconoce que la vida de la iglesia depende de cada persona en ella, es un paso importante hacia la dignidad personal e institucional, y un paso hacia la eliminación de la dependencia.

La diócesis de la República Dominicana enfatiza la mayordomía en todas sus feligresías. Aunque estén ubicadas en zonas pobres, todas las feligresías y sus sacerdotes recalcan que cada persona en las feligresías tiene la responsabilidad de diezmar a la Iglesia. El comité diocesano de mayordomía dicta talleres durante el año a los niveles de arcedianato y congregacional.

La autosostenibilidad local y el apoyo local a la diócesis varían según el estatus canónigo de la congregación. En la República Dominicana, por ejemplo, con la expansión de la Iglesia y el mayor énfasis en la mayordomía, los aportes a la diócesis desde las misiones aumentaron más de 7 veces, o sea 720% entre 1991 y 2000, y siguen aumentando. En Honduras no se permite que una nueva congregación sea miembro de la diócesis sin la expectativa de que sea autosostenible.

En cuanto a la mayordomía personal, hay que reconocer que es una práctica aprendida que crece con el tiempo. La mayoría de nosotros no empezamos con una promesa de diezmar, sino con una cantidad menor y cada año damos más a la obra del Señor hasta que llegamos al diezmo.
La diócesis debe animar a la gente en su compromiso de mayordomía personal, incluyendo a sus sacerdotes, quienes deben ser los/as primeros/as en diezmar. Si bien no están obligados/as las/los sacerdotes a reportar su ofrenda a la iglesia, debe quedar muy claro que ellos/as contribuyen a su mantenimiento para que puedan servir como modelos/as a seguir.

Desde su establecimiento en 1913, los/as fieles de la Iglesia Episcopal en la República Dominicana contribuyeron con sus ofrendas para apoyar la obra misionera. Esos aportes, sin embargo, no bastaban para mantener la iglesia, ni para su crecimiento y expansión a nivel nacional. Es por ello que a partir de 1991 se tomaron una serie de medidas para elaborar un plan estratégico que redujera nuestra dependencia económica de la Iglesia Episcopal y facilitara el crecimiento de las 22 congregaciones existentes, incrementara el número del clero -- entonces eran 15-- y a la vez iniciara un proceso de abrir nuevas misiones en diferentes comunidades del país.

Ese plan estratégico se puede resumir en los siguientes pasos:

  1. Realizamos una serie de retiros espirituales para el clero, los/las seminaristas y líderes laicos/as, que generaron renovación espiritual y una nueva visión de nuestra misión como Iglesia. Redescubrimos que la misión de la iglesia es la evangelización y el servicio.
  2. Iniciamos un programa para la formación de líderes laicos/as en materias como contenido y manejo de la Biblia, evangelización y educación cristiana.
  3. Gracias a la renovación y al espíritu misionero, la mayoría de nuestras congregaciones comenzaron a crecer por medio de grupos de oración y estudios bíblicos, tanto en el templo como en los hogares y se despertó el interés por comenzar nuevas misiones (congregaciones). En 2017 la diócesis había pasado de tener 22 congregaciones a más de 60 y el número de clero se triplicó.
  4. El número de donantes en las congregaciones está en aumento. La mayoría de los/las fieles llenan sus tarjetas de promesas y las cumplen.
  5. En 1998 se creó el Grupo de Desarrollo Dominicano, que resultó ser uno de los apoyos más sólidos para la construcción de nuevos templos, centros educativos, vicarías y centros de retiros y conferencias, entre otros.
  6. Uno de los programas de servicios más importantes fue el de educación. De 7 centros educativos pasamos a tener 28 y la mayoría de ellos contribuye a la sostenibilidad financiera de la congregación local y al presupuesto diocesano.
  7. Uno de los objetivos principales fue la creación del Fondo Capital de Autosuficiencia (FOCA), que ha servido como uno de los pilares de la sostenibilidad financiera que impulsa la obra misionera de la Iglesia Episcopal en la República Dominicana. En 1991, nuestra dependencia financiera de la Iglesia Episcopal era de alrededor del 84%. Con el nivel actual de las contribuciones individuales, ahora es alrededor del 8%, y el presupuesto diocesano es 5 veces mayor que el de 1991. De hecho, la Iglesia Episcopal Dominicana es plenamente autosuficiente.

En este momento la Diócesis de la República Dominicana mantiene su espíritu misionero muy activo por medio de su clero y los/las líderes laicos/as, su seminario para la formación del clero, Cursillo, las Hijas del Rey, la Organización de las Mujeres Episcopales (ECW), su juventud, y los hombres episcopales.

Ya jubilado, el Dr. Robert Stevens sirve como director ejecutivo voluntario del Grupo de Desarrollo de la IX Provincia, el cual apoya a las diócesis de América Latina en sus caminos hacia el desarrollo y la autosostenibilidad. Antes fue director ejecutivo fundador del Grupo de Desarrollo de Dominicana y trabajó muy de cerca con el Rvdmo. Julio Holguín en el crecimiento hacia la autosostenibilidad de la diócesis de la República Dominicana. El Dr. Stevens vive en St. Petersburg, Florida con su esposa Dr. Vickie Stevens y tiene cuatro hijos y 10 nietos.

Julio Cesar Holguín Khoury nació en la República Dominicana. Su esposa Milagros Hernández y él tienen dos hijos y una hija y un nieto y una nieta. Estudió sociología y fue ordenado como presbítero en 1977. Fue obispo diocesano de la diócesis de la República Dominicana desde el año 1991 hasta su retiro en 2017. Ha tenido muchos cargos incluyendo ser miembro del Concilio Ejecutivo, ser Presidente de la IX Provincia, de la Comisión de Educación Teológica para América Latina y el Caribe (CETALC) y del Consejo Latinoamericano de Iglesias. Es uno de los presidentes honorarios de la Organización Mundial de Religiones por la Paz.

Recursos:

This article is part of the September 2018 Vestry Papers issue on Practical Stewardship