November 2019
Embracing Change

Cambio: todo está conectado

This article is also available in English here. Este artículo está disponible en ingles aquí.

Hace unos pocos años, la reverenda Courtney Reid dio un sermón para la observancia de Todos los Santos que he reflexionado a menudo desde que pasé a ser la obispa de la Diócesis de Indianápolis, en 2017. En parte, el sermón fue sobre entrelazamiento cuántico. Ella dijo, “La idea de entrelazamiento es solo la idea de que dos cosas que están separadas en el espacio pueden ser la misma cosa. Y las partículas en esos objetos permanecen conectadas a pesar de estar separadas físicamente: están entrelazadas. Lo que me emociona a mí emociona al otro. Lo que mueve a uno, mueve al otro. Lo que lastima a uno, lastima al otro. Y, cuando nos entrelazamos, cambiamos. Cuando estamos entrelazados, somos prójimos”.

No hay una manera fácil de generar entrelazamientos sanos

Sus palabras se grabaron en mi mente porque he llegado a comprender que el rol de un obispo es mayormente mantener a una diócesis sanamente entrelazada. No hay una manera fácil de hacer que nuestras feligresías y diócesis sean más sanas y vitales. En lugar de ello, estamos aprendiendo que el entrelazamiento sano y el entrelazamiento con feligresías hermanas y nuestras comunidades locales ciertamente puede ayudar: estamos aprendiendo que la colaboración es posible y a buscar compañeros en nuestros ministerios y trabajo.

La geografía de la Diócesis de Indianápolis hace que este entrelazamiento y colaboración sea más fácil en algunos lugares que en otros. La mitad de nuestras feligresías están concentradas en Indianápolis. La otra mitad está desparramada por el resto del centro y el sur de Indiana. Hay una gran franja en el rincón sudoeste en la que no hay feligresías episcopales. Nuestra diócesis no es la única con problemas de “densidad episcopal”. Ansiamos estar mejor conectados entre nosotros y entender la fuerza de nuestra presencia colectiva en todo el estado.

En mi primera reunión con el Consejo Ejecutivo, el cuerpo de gobernanza dedicado a la supervisión misionera, programática y financiera, me dijeron que nuestro sistema de diaconatos había dejado de funcionar. En efecto, varios diaconatos carecían de un lugar para reunirse y no se habían reunido desde hacía tiempo. En mi ingenuidad, sugerí que se remplazaran los diaconatos con un sistema que funcionara mejor.

Al intentar demostrar que los sistemas pueden estar interconectados incluso sin colaboración, pronto vimos que deshacer la estructura de diaconatos tenía consecuencias para casi todos los niveles del ministerio diocesano. El Consejo Ejecutivo también entendió que cuando los diaconatos no funcionaban bien, otras partes de nuestra vida diocesana tampoco funcionaban de manera óptima. Esta primera reunión en la primavera de 2017 inició un proceso de cambio que perdura hasta hoy en día.

El proceso de cambio trae nuevas prioridades e iniciativas

La labor primaria de este proceso de cambio involucró adoptar nuevas prioridades misioneras para nuestra diócesis. En el curso de un año y medio, nos esforzamos en solidificar estas prioridades, empleándolas como el fundamento para evaluar y, en muchos casos, cambiar aspectos de nuestra vida en común, incluyendo la gobernanza, la programación y el presupuesto.

Nuestra misión, ahora, es:
Basada en el amor de Dios en Cristo, la Diócesis Episcopal de Indianápolis es llamada a:
Ser ejemplos de Cristo para el centro y sur de Indiana y el mundo
Expresar una invitación y bienvenida generosa
Apoyar a los grupos vulnerables y marginados y transformar sistemas de injusticia
Conectar con otros episcopales, colaboradores ecuménicos e interreligiosos, y grupos de abogacía
Formar a los clérigos y laicos para ser lideres en la iglesia de hoy y mañana.

Para apoyar a que nuestras feligresías participen en nuestra misión diocesana, nos comprometimos nuevamente a -- y lanzamos -- un número de iniciativas estratégicas significativas. Incluyen Pathways to Vitality (Vías Hacia la Vitalidad), un programa que enlaza vitalidad en las feligresías y bienestar financiero del clero; Evangelism With Intergrity (Evangelismo con Integridad), que coloca el evangelismo como una práctica espiritual dentro de nuestros valores episcopales; Faithful Innovation Learning Communities (Aprendizaje de Innovación para las Comunidades de Fe); y, College for Congregational Development (Facultad de Desarrollo de Feligresías). Con la creencia de que todas las comunidades de fe de todos los tamaños y de cualquier lugar se pueden desarrollar en una feligresía más sana, fiel y vital, hemos modificado nuestro enfoque de apoyo diocesano de ayuda en dinero en efectivo redirigiendo nuestros recursos hacia los programas mencionados más arriba, poniendo ese apoyo a disposición de todas las feligresías y de sus líderes.

No teníamos una hoja de ruta para el trabajo de cambio que enfrentábamos, pero estábamos – y seguimos estando – comprometidos a ser una comunidad de práctica que siempre está aprendiendo. Dos cosas que siguen dando fruto a medida que avanzamos son las sesiones de escuchar realizadas en 2017 y el entrenamiento que mi personal superior y yo obtuvimos a lo largo del año pasado.

Elementos clave del proceso de cambio

En mis primeros tres meses como obispa, convoqué diez sesiones de escuchar por toda la diócesis. Si bien tres fueron para sacerdotes y diáconos y para los jóvenes, las otras siete me dieron la oportunidad de escuchar al laicado, de oír sus esperanzas, sueños y temores para nuestro futuro como diócesis. En nuestra convención diocesana de 2017, los datos de esas sesiones de escuchar se proporcionaron a los delegados para discusión y reflexión. Cuando levantamos la sesión, nuestro Consejo Ejecutivo contaba con una rica colección de datos, un texto borrador de nuestras prioridades de misión y orientación para liderar el trabajo de cambio que teníamos por delante. Como obispa, también obtuve aportes útiles a medida que iniciamos el proceso de restructurar el personal diocesano para apoyar las prioridades misioneras emergentes.

En un golpe de lo que consideré como la capacidad perfecta del Espíritu Santo de obrar en el momento preciso, la Fundación de la Iglesia Episcopal lanzó una Iniciativa de Liderazgo Diocesano en 2018. La nuestra fue una de las once diócesis del primer grupo. Iniciamos el programa con un equipo ejecutivo de formación reciente que incluía a mí como obispa, al canónigo para administración y evangelismo, al canónigo para desarrollo de la feligresía y liderazgo, y también al nuevo tesorero diocesano. La experiencia de pasar unos días en Kanuga para ser orientados e inspirados en nuestra labor por otros equipos diocesanos y presentadores reunidos por la ECF fue increíblemente útil. La mejor parte del programa, sin embargo, fue la participación (¿entrelazamiento?) durante un año con un entrenador para ayudarnos a mantener el avance de nuestro trabajo.

Nuestro equipo, que se reunió mensualmente por video durante casi un año, descubrió rápidamente el beneficio de tener un asociado de rendición de cuentas con una perspectiva de fuera del sistema. Nuestro instructor nos ayudó a entender la importancia de comunicar ampliamente las nuevas prioridades de misión que impulsaban los cambios en nuestra gobernanza, programa y presupuesto. Entre otras cosas, eso condujo a simplificar la manera de expresar nuestra misión, para que cuadrara con los estandartes enviados a todas nuestras comunidades de fe.

Entrelazamientos sanos y ministerio vital

A largo del año pasado, trazamos nuestros límites regionales en “barrios”, invitando una amplia participación del liderazgo de la diócesis. Estas reuniones de barrios ocurren en lugares que no requieren que ninguna de las feligresías tenga que manejar más de una hora. Esto significa que algunas se realizan en espacios comunitarios, como cabañas de recreo en parques. En lugar de diáconos sacerdotales ahora tenemos convocadores laicos y del clero, además de líderes elegidos de cada barrio, para que constituyan el Consejo Ejecutivo. Cuando nos reunimos para nuestra convención diocesana de 2019, tuvimos fotografías por todo el salón que mostraron cómo nuestra gente está viviendo en nuestra misión y proporcionaron un testimonio visual de los entrelazamientos sanos y del ministerio vital en curso en todos los rincones de la diócesis.

Estos son días emocionantes en la Diócesis de Indianápolis. El trabajo para el cambio no es fácil, pero nos estamos conociendo de nuevas maneras y estamos energizados por nuestro ministerio como modelos luminosos de Cristo para el mundo. Somos una diócesis entrelazada con otra, una diócesis cambiante y cambiada. Estamos aprendiendo que si bien no sabemos lo que nos traerá el futuro, todo estará bien si estamos conectados los unos con los otros en Cristo e inspiramos la participación de nuestros vecinos para el bien del mundo.

La reverendísima Jennifer Baskerville-Burrows, nativa de la Ciudad de Nueva York, tiene una licenciatura en arquitectura con concentración en estudios urbanos de Smith College, una maestría en preservación histórica de Cornell University y un título M.Div. de Church Divinity School of the Pacific (CDSP). Antes de ser elegida obispa en 2016, sirvió en las diócesis de Newark, Nueva York Central y Chicago. Ella es la primera mujer de raza negra en ser elegida obispa diocesana en la Iglesia Episcopal. La obispa Jennifer se especializa en preservación histórica de edificios religiosos, mayordomía y desarrollo, reconciliación racial y de clases, y orientación religiosa. Es una consumada corredora a distancia y triatleta y tiene una pasión por cocinar y hornear. Ella y su esposo, Harrison Burrows, tienen un hijo llamado Timothy.

Recursos:

This article is part of the November 2019 Vestry Papers issue on Embracing Change