May 2020
Telling our Story

Evangelismo: ahora o nunca

Durante todo el tiempo en que he sido un episcopal, he oído a la gente hacer chistes sobre nuestra aversión al evangelismo. Esos chistes no solo provienen del púlpito, sino también durante la hora del café. Hay un comentario sucinto que creo que probablemente muchas personas han oído antes: “Detrás de todos los chistes hay un granito de arena de verdad”. En lo referente al hábito episcopal particular y repetido de hacer chistes sobre el evangelismo, estoy bastante seguro de que a lo largo de los años nuestra iglesia ha acumulado suficientes granitos de verdad como para hacer una playa hermosa.

Sin embargo, a medida que el número de feligreses en nuestras iglesias ha estado menguando a lo largo de los años, muchos en nuestras filas están empezando a cambiar su actitud de risas sobre ser los escogidos congelados (frozen chosen, en inglés) a una discusión seria sobre lo que podríamos hacer para obtener nuevos miembros y compartir con las generaciones futuras la esperanza, el amor y la aceptación que encontramos en la Iglesia Episcopal.

Es hora de difundir el mensaje con entusiasmo y pasión

Nuestro reto ahora es pensar de maneras novedosas. No podemos ser más el secreto mejor guardado del lugar en que residimos. Ya pasaron a la historia los días en que simplemente podíamos pintar la puerta de color rojo o depender de nuestras posturas o condición sociales para atraer gente. Incluso un programa de alcance y de ayuda a la comunidad floreciente no basta para atraer seriamente a una población significativa, y especialmente de los ya sobrerprogramados: solteros y familias jóvenes que podrán llevar la antorcha y la luz de Cristo después de nosotros.

No tenemos más opción. Tenemos que empezar a difundir el mensaje sobre lo maravillosas que son nuestras iglesias con entusiasmo y pasión. Debemos pensar seriamente en el evangelismo, en compartir el amor de Dios por el mundo y en cumplir la gran comisión de Jesús de “id, y haced discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Cuando recién empecé en mi parroquia actual, sentí que Dios estaba por hacer algo nuevo con nuestra comunidad eclesiástica. Empecé a predicar un mensaje que compartí desde el púlpito y desde la mesa del comedor. El mensaje es el siguiente:
Sus amigos y vecinos no van a saber lo increíble que es esta comunidad tan amorosa. Sus amigos y vecinos no van a saber sobre la esperanza y la sanidad que la gente experimenta en esta iglesia. Sus amigos y vecinos no van a saber sobre el amor que nuestra gente siente entre sí y por la comunidad que la rodea. Y finalmente, sus amigos y vecinos no van a saber sobre la gracia, la misericordia, el perdón, la libertad, el amor y la vida que se pueden encontrar mediante Cristo en la Iglesia Episcopal.
A menos que ustedes se los digan, no van a venir a nuestra iglesia y experimentar al Cristo resucitado. A menos que ustedes les inviten a venir y ver. A menos que ustedes les digan ‘Tienen que venir a ver la iglesia a la que voy. Es diferente. Es especial’.

Es cierto que llevó tiempo hasta que este mensaje, hasta que esta misión que Cristo le dio a nuestra parroquia echara raíz. Pero una vez que lo hizo, la gente estuvo entusiasmada y energizada. Y vimos resultados.

Muchas maneras de decir ‘estamos aquí’ e invitar a la gente a entrar

Hemos formado un ministerio de evangelismo cuyo cometido es encontrar maneras de traer gente a nuestra iglesia y compartir el Evangelio de Jesucristo. Consideramos todas las ideas, por más descabelladas que parecieran. Hicimos lluvias de ideas para encontrar maneras de dejarle saber a la gente que nuestra iglesia estaba presente y que todos estaban invitados. Cuarenta de nosotros salimos a cantar villancicos de Navidad, muchos con ukeleles, y entregamos bastoncitos de caramelo y volantes sobre nuestra iglesita de la esquina tan llena de amor. Durante el Adviento y la Cuaresma ofrecimos semanalmente café gratuito a los que iban al trabajo por la mañana y a los peatones, culminando en una invitación a nuestros servicios religiosos de Navidad y de Pascua.

Nos instalamos afuera de nuestra iglesia con “Cenizas para llevar” durante la hora pico de la mañana y 25 automóviles pararon para la imposición de la ceniza. Repartimos helados en los partidos de las pequeñas ligas y hasta nos paramos en las aceras los domingos por la mañana saludando a los que pasan y sosteniendo letreros con mensajes sobre el amor de Jesús para toda la gente o una invitación a venir a ver nuestra iglesia.

Esperamos que la gente que pase por nuestro barrio o que viva en él nos vea y hable sobre los audaces mensajeros de Cristo en nuestra iglesita de la esquina. Durante esta pandemia, además de los servicios religiosos del domingo que celebramos por el internet, transmitimos en vivo la Oración Matutina a las 9 de la mañana, hora del Pacífico, y Completas a las 8 de la noche, hora del Pacífico, de lunes a viernes, a las que gente de la acera de enfrente, de todo el país y hasta de todo el mundo se puede unir a nuestra comunidad.

Ya no es más un edificio como cualquier otro

Todo esto ha sido posible porque nuestra feligresía decidió adueñarse de nuestra parte de la gran comisión y tomar el evangelismo en serio. La gente del barrio ahora sabe que el Espíritu Santo está activo en nuestra comunidad. No somos más un edificio que la gente apenas nota cuando pasa a su lado. Una vez, cuando mi esposa y yo estábamos recorriendo una guardería de niños, uno de los administradores me dijo varias veces que tenía cara conocida. Finalmente ella dijo, “¡Ah, ya lo sé! ¡Usted es el hombre del café gratis!”. Durante las fiestas, recibimos tarjetas de Navidad de gente de nuestro barrio y de gente que pasa por aquí camino al trabajo. Nos dicen que nuestro evangelismo original les pone una sonrisa en la cara todas las mañanas cuando nos ven parados en la acera con letreros y diseminando la alegría y el amor que solo se pueden encontrar en Jesucristo.

Y para más todavía, nuestras tácticas nada ortodoxas aumentaron nuestros números los domingos por la mañana. Gente que antes pasaba por nuestra iglesita sin siquiera mirarla se ha unido a nuestra feligresía y está encontrando un hogar en la Iglesia Episcopal. Están llevando la antorcha de nuestra parroquia, haciendo brillar la luz de Cristo para que todos la vean… ¡o al menos todos los que pasen por aquí!

El Rev. Kenn Katona es un sacerdote que sirve actualmente en la Iglesia Episcopal St. Clement’s en la diócesis del Norte de California. Kenn se esfuerza en ser una chispa de encendido en su vocación de sacerdote. Desde sus sermones llenos de energía y su entusiasmo contagioso al celebrar la liturgia, cree que cuando compartimos el amor de Jesús con entusiasmo, se siembran semillas que dan fruto, todo para la gloria de Dios.

Recursos:

This article is part of the May 2020 Vestry Papers issue on Telling our Story