September 2014
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Actitud de Gratitud

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A medida que transcendemos la interpretación limitada de la mayordomía como un ejercicio anual de recaudación de fondos – o como solía llamarlo el fallecido Terry Parsons, la “campaña anual de ruegos” – Dios empieza a dar nueva forma al significado de “donativo” y de “dar.”

En la época en que las evaluaciones de los dones espirituales estaban cobrando popularidad en la iglesia, algunos líderes adoptaron la idea de que lo que necesitábamos hacer era determinar qué dones tenía la gente, hacerlos coincidir con los ministerios apropiados y todos los problemas de obtención de personal voluntario de la iglesia quedarían resueltos. En algunas iglesias la gente esperaba ansiosamente enterarse qué dones había revelado la encuesta que les había dado Dios y a menudo tenían que determinar por su cuenta qué uso podrían dar a esos dones. Una amiga que repetidamente recibía la noticia de que tenía el don de la castidad dijo, “¿Y ahora qué hago con eso? ¿Cómo lo uso en ministerio?”. Nunca oí una respuesta satisfactoria.

Una manera más “orgánica”

Si bien las evaluaciones de dones pueden revelar y afirmar, creo que Dios tiene una manera más orgánica – y a menudo caótica – de desarrollarnos como sacerdotes efectivos. A menudo actuamos como si la gente estuviera equipada para el ministerio mediante un proceso claro de discernimiento seguido por formación y capacitación seguida por ministerio. Más frecuentemente, creo, Dios emplea esos tres elementos como un ciclo que nunca termina y que a la vez moldea e inspira a los sacerdotes en su labor. Los dones espirituales no se deben entender como regalos bellamente envueltos que Dios nos entrega para que nos aferremos a ellos o los exhibamos para que para que otros los admiren. En lugar de ello, creo, saber cuáles son nuestros dones espirituales nos otorga un nombre para la lente que empleamos para percibir las necesidades del mundo que nos rodea y el marco de referencia que empleamos para dirigirnos a esas necesidades. Nuestros dones – incluyendo nuestro tiempo, talento y recursos – son herramientas importantes.

Entonces, la mayordomía de nuestros dones no es tanto mirar en nuestra caja de herramientas para descubrir que por suerte tenemos un destornillador y después deambular por el mundo buscando un tornillo para atornillarlo. (“¿Necesita un destornillador estrella?” “No, plano” “Lo siento, no lo puedo asistir.)

Hacer las preguntas adecuadas

Para mí, mayordomía empieza por hacer la pregunta, “¿Qué veo” o, más acertadamente,“¿qué veo a través de los ojos de Cristo?” En el contexto de esa pregunta, puedo examinar no sólo el contenido de mi caja de herramientas, sino también la manera en que el Espíritu Santo me puede estar llamado para emplear esas herramientas. ¿Qué capta mi atención? ¿Qué me hace palpitar? ¿A quién admiro y qué es sobre esa persona que aspiro a hacer o ser?

Los interrogantes continúan: ¿Quién o qué me está fastidiando? ¿Cuál es el abrojo en mi montura? ¿Qué necesidad en este mundo Dios me ha hecho notar? ¿Cómo, con lo que Dios me ha dado, puedo empezar a dirigirme a esa necesidad?

Creo absolutamente en la economía de Dios: “En todas las cosas, Dios trabaja para el bien”. Incluso en las cosas malas. Incluso en nuestro dolor. Incluso en nuestro temor. Es por eso que la práctica de tener una “actitud de gratitud,” como la llaman las comunidades de los 12-Pasos, es tan crítica: aumenta nuestra concentración en qué, exactamente, nos ha dado Dios. Y esa concentración puede ayudar a asegurar que jamás desperdiciemos una crisis. Cuando vemos a un sanador herido tomando acción tenemos prueba de que la economía de Dios funciona.

Ver a través de los ojos de Cristo

En los fugaces momentos en que vemos con los ojos de Cristo, reconocemos más claramente que además de los innumerables recursos y destrezas, Dios nos envía dones en la forma de los lugares desérticos y de los pasajes difíciles de la vida. Nada se pierde. Todo es un don y nuestra asociación con Dios nos permite descubrirlo.

Cuando empecé a trabajar en el Centro de la Iglesia Episcopal como funcionario del programa del Obispo Presidente para el liderazgo lego, me llenó de alegría ver que mi iglesia afirmaba y celebraba los dones del 99.2 por ciento de la iglesia no ordenado. Menos de un año después, a causa de los grandes recortes presupuestarios adoptados en la Convención General de 2009, se eliminaron muchos puestos, incluyendo toda la oficina de desarrollo de ministerio, mi puesto y el de otros dos. Fue una situación muy dolorosa para mucha gente, creo, cuando hubo que hacer esos recortes tan necesarios. Al mismo tiempo, las relaciones que pude formar durante ese año y la amplia visión general de la iglesia que se me concedió, se convirtió en enormes recursos para la reorganización de la diócesis de Fort Worth, cuando me uní a ella al año siguiente. Para parafrasear a José, tal vez ustedes pensaron mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien. (Gen 50:20)

En términos similares, cuando me diagnosticaron con un cáncer de seno en etapas muy tempranas, no sólo Dios me abrió los ojos a los dones pastorales del asistente del garaje de mi centro de radiación -- a quien le pagaban el salario mínimo – sino que también me permitió hablar con la voz de una pastora (no mi voz habitual) a un número de mujeres que transitaban la escabrosa senda de la terapia de radiación.

En el sentido amplio de la palabra, la mayordomía es la manera en que respondemos a lo que Dios está tratando de mostrarnos, decirnos y enseñarnos. Nuestra respuesta puede abrir las puertas a que Dios multiplique nuestros dones, permitiéndoles dar fruto en la vida en las vidas de otros de maneras que tal vez nunca tengamos el privilegio de ver. Como dice el viejo dicho: “La mayordomía es todo lo que hacemos después de que decimos ‘Yo creo’”.


Pruebe lo siguiente:
La próxima vez que alguien o algo lo fastidien, dedique tiempo a pensar qué – en esa persona o cosa que se interponga en su camino – podría estarle ofreciendo Dios como un don. ¿Una nueva perspectiva o idea? ¿Una oportunidad para “dejarlo pasar”? ¿Una llamada a una defensa encarnizada o a una actitud juguetona liberadora? ¿Un reto para buscar sanarse y sanar a otros? Pruebe captar esa experiencia en un “diario de dones” en el que escribe todos los días al menos un acto de acción de gracias.

Demi Prentiss es una instructora congregacional y desarrolladora de ministerios certificada por la Colaborativa de Desarrolladores de Ministerios (Ministry Developers’ Collaborative). Ella pasó más de 25 años en ministerios eclesiásticos de feligresías, diocesanos y nacionales. Como parte de su concentración en equipar a las personas para que reclamen sus misiones bautismales cotidianas, ella y Fletcher Lowe están escribiendo Radical Sending: Go to Love and Serve, que la editorial Morehouse publicará a fines de 2015.


Recursos

  • TENS (The Episcopal Network for Stewardship) 
This article is part of the September 2014 Vestry Papers issue on Sharing Our Gifts