January 2015
Vestry Leadership

Liderazgo en la comunidad: una danza de amor mutuo

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En el cuarto capítulo de la Regla de la Sociedad de San Juan Evangelista expresamos cómo y por qué entendemos que todos los seres humanos estamos llamados a vivir juntos en comunidad: “En comunidad somos testigos de la naturaleza social de la vida humana como lo quiso nuestro Creador. Todo los seres humanos llevan consigo la imagen del Dios trino y no han sido creados para estar separados y asilados.” Todos nosotros, los seres humanos, estamos llamados a compartir en comunidades de diferentes índoles y todos hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Y Dios es comunidad: “El verdadero ser de Dios es comunidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno en el amor y el dar de sí mismos recíprocamente.”

La teología empleada para expresar y explicar la comunidad divina y relacional de Dios tiene repercusiones fascinantes para [todas] nuestras comunidades humanas. La palabra griega pericoresis, que se ha empleado en la tradición ortodoxa para captar la relación dinámica de amor que es la verdadera esencia de Dios, se define teológicamente como “interpenetración mutua” de las tres personas de la Trinidad. A menudo se ha interpretado imaginativamente como una especie de danza divina: tres personas que se mueven rítmica y dinámicamente, distintas pero unidas en una danza de amor compartida.

Una Invitación de Dios

Esta danza dinámica no existe independientemente de nuestras vidas ni es un misterio teológico en el que simplemente podemos cavilar. No, Jesús vino para invitarnos a estar adentro de esa danza llena de amor del Padre, Hijo y Espíritu. En San Juan 17, Jesús ora: “Para que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”. Estamos atraídos hacia la relación dinámica que comparten los miembros de la Trinidad. “Yo en ellos y tú en mí”, Jesús nos entreteje juntos, “para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. La instrucción que nos da Jesús está clara: cuanto más atraídos estamos hacia ser de Dios y entramos en su danza de amor, más estamos llamados a compartir ese mismo tipo de danza los unos con los otros como miembros del Cuerpo de Cristo.

El modelo de pericoresis abre una maravillosa libertad sobre cómo exactamente estamos invitados a estar los unos con los otros en nuestras comunidades cristianas. Sorprendentemente, también ofrece una respuesta útil a parte de la discordia y de los conflictos que inevitablemente encuentran esas comunidades. Porque si bien las tres personas de la Trinidad están unidas en una relación de amor, cada persona permanece distinta.

Aprender a Valorar las Diferencias

Lo invitamos a que considere este modelo. Como comunidad de monjes, nosotros los hermanos en la Sociedad de San Juan Evangelista tratamos de aplicar este modelo directamente a nuestra vida compartida: tanto sus recompensas como sus retos. En el caso de una de esas recompensas, reconocemos que el ministerio de la Sociedad de San Juan Evangelista no proviene solamente de los Hermanos, sino que emerge de nuestras relaciones en la comunidad con amigos y asesores, con los que compartimos una danza de amor mutuo. Y en cuanto a los retos en el seno de nuestra comunidad, seguimos el modelo de la pericoresis al esforzarnos en honrar la individualidad de cada Hermano, así como en apreciar los dones individuales de cada uno de nosotros, un ideal que no siempre se alcanza sin dificultad. Nuestra Regla nuevamente nos indica: “Cristo nos ha dado los unos a los otros”, leemos, y nos llama a aceptarnos tal como somos. Al cumplir lo que nos pide, nos podemos unir en un amor mutuo que va mucho más profundamente que la atracción personal”. Cuando entendemos que cada miembro está siendo llamado por Cristo y formado por Cristo, podemos empezar a apreciar esas diferencias personales que de lo contrario afectarían adversamente nuestra lucha por trabajar y vivir juntos. Como dice la Regla, “La aceptación y el amor mutuos nos llaman a valorar nuestras diferencias de antecedentes, temperamento, dones, personalidad y estilo. Solamente cuando los reconocemos como fuente de vitalidad podemos dejar de lado la competitividad y los celos”. Al cumplir con lo que nos pide Cristo, empezamos a ver a aquellos que son diferentes de nosotros a través de los ojos del amor. Y reconocemos que otros están contribuyendo al total del grupo, incluso (¡o tal vez especialmente!) si tienen dones diferentes de las nuestras, porque sabemos que son parte de un cuerpo con ellos, enriquecidos por su presencia junto a nosotros. Lo bueno y lo malo nos afectan a todos, porque estamos unidos en este amor mutuo el uno por el otro, como Cristo nos ha llamado a ser.

Definición y Afirmación de Valores Comunes

Una práctica que ha ayudado a nuestra comunidad en los esfuerzos diarios para cumplir con esta llamada, puede tener consecuencias útiles para líderes comunitarios en otros contextos: todas las mañanas leemos juntos en voz alta un capítulo de la Regla de Vida. Cuando lo oímos nuevamente, decimos “Sí” nuevamente a cómo deseamos vivir en comunidad, que este documento compartido expresa para nosotros. Al leerlo reafirmamos nuestro deseo de vivir en la comunidad intencional que describe y ayuda a ordenar. Esta Regla significa que nuestra vida en común no sólo depende de nuestro humor o de nuestros sentimientos. En lugar de ello, tenemos un documento externo que encarna cómo deseamos vivir juntos.

Para nosotros Hermanos, la Regla y la danza pericorética están estrechamente relacionadas. Se podría decir que nuestra Regla describe los pasos de la danza que esperamos compartir y que, al vivir según ella y referirnos nuevamente a ella, bailamos juntos cada vez mejor. Por lo menos, tenemos una menor probabilidad de chocar los unos con los otros, pisarnos los pies y caernos. Entonces, la pregunta que todas las comunidades necesitan formularse es la siguiente: ¿Cómo queremos bailar juntos? Al sentar, como comunidad, el marco que acordamos mutuamente, nos abrimos a la libertad de amar.

Pruebe lo Siguiente

¿Tiene su feligresía un documento compartido en el que usted expresó el corazón de la manera en que desea vivir y amar y trabajar juntos? Este documento no sería tan legalista como los “estatutos” ni tan práctico como los puntos a tratarse en una reunión. Una Regla es el lugar en el que podemos aclarar nuestros valores más profundos, nuestras relaciones más importantes, nuestros más auténticos sueños y esperanzas, nuestro trabajo más significativo, nuestras prioridades principales. Al esbozar estas prioridades y fijar metas concretas para alcanzarlas, podemos vivir con intención y propósito en el momento presente.

Le puede resultar útil, en los grupos de liderazgo de su iglesia, sentar los valores comunes que los unen, así como las esperanzas por la manera en que vivirán y trabajarán juntos en esa comunidad. Recuerde que una Regla no es una serie de reglas que se tienen que seguir. Más bien es descriptiva: expresa nuestras intenciones para la manera en que nos gustaría vivir.

Una vez que tenga una Regla, probablemente podrá ver cómo leerla y regresar a ella juntos, a intervalos prefijados, ayuda a moldear su vida comunitaria. ¿Refleja fielmente la manera en que usted vive, así como las luchas que enfrenta? Nosotros los Hermanos sabemos por experiencia propia que el proceso de modificar una Regla, después de una cierta distancia, puede ser tan útil como tener una en primer lugar.

El Hermano Geoffrey Tristram, de la Sociedad de San Juan Evangelista, es el superior de la Sociedad de San Juan Evangelista, una comunidad religiosa episcopal en Cambridge, Massachusetts. El hermano Geoffrey nació en Gales y estudió teología en la Universidad de Cambridge antes de capacitarse como sacerdote en la facultad de teología Westcott House. Vino a Estados Unidos hace 15 años para unirse a la Sociedad de San Juan Evangelista y se ha dedicado a un ministerio de enseñanza, dirección y guía espiritual y liderazgo de retiros, y por tres años ha sido capellán de la Casa de Obispos. Antes de unirse a la Sociedad de San Juan Evangelista fue sacerdote parroquial en la diócesis de St. Albans, así como jefe del departamento de teología de Oundle School, una gran escuela secundaria anglicana en la región central de Inglaterra.

Recursos

  • Covenants in Congregational Life” por Thomas Brackett, ECF Vital Practices’ Vestry Papers, enero de 2011 http://www.ecfvp.org/vestrypapers/healthy-practices/covenants-in-congregational-life/

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This article is part of the January 2015 Vestry Papers issue on Vestry Leadership