July 2020
Racial Justice and Reconciliation

América, ¿por qué no puedes dejar de matarnos?

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El día después de que cuatro oficiales de policía de Minnesota asesinaron a George Floyd, puse esta pregunta en Facebook: “América: ¿por qué no puedes dejar de matarnos?”. Pensé que era retórica, pero no lo era.

Dos días después, América alcanzó la trágica cumbre de 100,000 muertos a causa de la pandemia de la COVID-19, desproporcionadamente de gente negra, latina y nativa o indígena que no tiene acceso a atención de la salud, información o equipamiento protector adecuados y que es todavía más vulnerable porque su trabajo, mayormente invisible y mal pagado, había sido considerado “esencial”. Nuevamente tuve que preguntarme: “América: ¿por qué no puedes dejar de matarnos?”.

Ese fin de semana me puse mi mascarilla y cuello de sacerdote y salí a la calle con los manifestantes aquí en Nueva York. Dijimos sus nombres en voz alta: George Floyd, Breonna Taylor (matada por la policía de Louisville en marzo), Ahmaud Arbery (matado por vigilantes en febrero, en Georgia) y demasiados más. Salmodiamos “No puedo respirar” y “Si no hay justicia, no hay paz” hasta que nos ardió la garganta. En mi alma surgió un salmodio ahora familiar: “América, ¿por qué no puedes dejar de matarnos?”.

La evidencia acumulada sugiere que América es prácticamente incapaz de permitir que la gente de color* como grupo prospere. Nuestro país está enfermo, adicto a disminuir, eliminar y controlar las vidas de los Negros, Latinos, Nativos y Asiáticos… en todos los casos es que es necesario hacerlo para asegurar el florecimiento de los blancos y su cultura. Nuestros cuerpos y vidas son el combustible que mantiene su maquinaria en funcionamiento. Si bien mucho evolucionó en la vida en EE UU, esto – lo que Jim Wallis llama el “pecado original de América” – sigue igual.

La vía hacia una amada comunidad empieza por decir la verdad

Pido a Dios que estas palabras no suman a nadie en la vergüenza o la desesperación. No podemos darnos ese lujo. Para mí, decir la verdad es un paso hacia la liberación y la acción de los que aman y siguen a Jesús.

Es la vía con la que estamos comprometidos como una Iglesia Episcopal: el trabajo a largo plazo de curación y reparación racial que conocemos como Convertirnos en una Amada Comunidad. ¿Qué quiere decir eso? El documento de visión y acción de la Iglesia de Convertirse en una Amada Comunidad lo expresa así:

Soñamos con comunidades donde todas las personas puedan experimentar dignidad y vida abundante, y nos vemos a nosotros mismos y a los demás como amados hijos de Dios. Oramos por comunidades que laboren para que el florecimiento de todas las personas (y de toda la creación) se vea como la esperanza de cada persona… Es una visión en la que los oprimidos están liberados de la opresión y en la que los opresores están liberados de su necesidad de oprimir.

No veremos esta visión hecha realidad en nuestras vidas, pero podemos comprometernos a ser parte de la jornada. A lo largo del camino, trabajamos en cuatro áreas de acción (o “cuadrantes”). Nos reunimos con nuestros vecinos e instituciones asociadas para generar una visión compartida de la comunidad que anhelamos que sea y nos comprometemos juntos a hacerla realidad (lo que la visión expresa como (Proclamar el Sueño de una Amada Comunidad)”. Aprendemos, oramos y compartimos historias para mejorarnos como líderes y reconciliadores (es decir, practicar “El Camino del Amor de Jesús)”. Adoptamos el trabajo de transformar y reparar los sistemas que más daño causan a la gente de color (es decir, “Reparar la Brecha)”.

El racismo sistémico no ocurre accidentalmente

Pero la jornada por lo general empieza por el cuadrante 1: “Decir la verdad” sobre nuestras iglesias y nuestra sociedad. Esta verdad es aparente en todos los sectores de la vida de EE UU. La gente de color sufre brutalidad policial y encarcelamiento masivo, privación económica, discriminación en el empleo y en los ascensos, educación inadecuada, viviendas públicas deterioradas, normas bancarias discriminatorias, sistemas de salud pública carentes de fondos, devastación ambiental en nuestros vecindarios, destrucción sistemática de nuestros barrios florecientes, ciudadanía de segunda categoría en muchas iglesias y diócesis, y tantísimo más.

El sistema que antecede está demasiado generalizado como para ser accidental o el resultado de “ser desaventajados” o “subprivilegiados”. Es diabólicamente sistemático y tiene huellas dactilares cristianas por todas partes. Comenzando en 1492 con un conjunto de bulas papales conocidas como la Doctrina del Descubrimiento, la Iglesia autorizó y desató terror en las tierras y los pueblos no europeos, a los que convenientemente consideró como no plenamente humanos.

Desde que los colonizadores llegaron a estas playas, las leyes y las costumbres aseguraron que los hombres de ascendencia europea de una cierta clase social recibieran los primeros frutos. El resto se filtraba lentamente a terrenos de cultivo en pendientes y con bancales precarios. Este sistema perdura en la actualidad tal como fue diseñado originalmente: sigue creando un grupo subalimentado en el fondo cuyo trabajo mal o no remunerado y sufrimiento desproporcionado posibilitan la vida del resto.

Esto significa que el racismo contemporáneo no es una reliquia aberrante en el margen de la sociedad de EE UU. El estilo de vida de EE UU siempre dependió de la privación, eliminación y/o el control de grupos de gente, y la raza siempre fue el factor más importante en la selección de esos grupos. Una vez elegido, el grupo de uno solo importa si es útil para el proyecto final: un país blanco floreciente. Si usted deja de ser útil para ese proyecto o si lo amenaza de alguna manera, su grupo debe ser encarcelado, deportado, reubicado, eliminado o disminuido de alguna otra forma.

Verdades que perforan el corazón

Hace décadas que sé todo esto, pero la verdad me perforó a un nivel más profundo durante dos viajes recientes. En octubre de 2019, acompañé al Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal a su reunión en Montgomery, Alabama. Hicimos un peregrinaje a la Iniciativa de Justicia Equitativa y a su monumento nacional a las víctimas de linchamientos aterrorizantes.

Si uno se para afuera, ve cuesta abajo 800 monumentos montados en el techo, cada uno de ellos con los nombres de los que murieron en incidentes de terrorismo racial. Las cajas podrían ser ataúdes y también cuerpos suspendidos en el aire.

En efecto, los curadores del museo lo ponen a uno intencionalmente en esa colina para que se sienta como un espectador de un linchamiento. Los guías explican cómo – hace menos de 100 años – boletines eclesiásticos publicaban la hora y el lugar del linchamiento del día, para que los feligreses pudieran llevar un cesto de pícnic para ver el evento después del culto y pasar así el día. Lejos de ser algo horripilante, los linchamientos eran un pasatiempo popular para los buenos cristianos blancos.

Dentro de las tres semanas de esa visita, estaba en un avión rumbo a Liverpool, Inglaterra. La ciudad es famosa por haber sido la Capital del Comercio Transatlántico de Esclavos, lo que hace que sea el lugar perfecto para el Museo Internacional de la Esclavitud. Una cita en una pared del museo me dijo todo lo que necesitaba saber:

La mano de obra local era escasa porque millones de indígenas habían muerto después de que los europeos colonizaran sus tierras. Muchos murieron en batallas y otros murieron por exceso de trabajo, especialmente en las minas. Enfermedades europeas cobraron enormes números de víctimas. Así que los colonizadores europeos se fijaron en el continente africano para obtener un nuevo suministro de mano de obra.

“Los africanos son la gente ideal para el trabajo de aquí, en lugar de los nativos, que son tan débiles”. Alonzo Zuazo, juez español, 1518

Un país y una identidad forjados en una jerarquía racial

Las implicaciones de esas palabras casi me hicieron caer de rodillas. Zuazo bien podría haber dicho: “Nosotros los europeos necesitamos herramientas para trabajar estas tierras. Los nativos son demasiado débiles y mueren demasiado rápido ¡Qué fastidio! Esos animales africanos fornidos son mucho más aptos para la tarea. Traigan ya mismo un suministro constante”.

¿Por qué América no puede dejar de matarnos? El proyecto nacional blanco necesita que sirvamos como las herramientas desechables y el combustible que lo hacen funcionar. El sistema se derrumba si la gente de color pasamos a ser plenamente humana y ciudadana. El terrorismo racial habilitado por el estado – linchamientos, pero también asesinatos y reubicación de nativos, campos de concentración de japoneses, leyes Jim Crow, encarcelamiento masivo, la Guerra Contra las Drogas, la islamofobia posterior al 9-/11, la detención y deportación de inmigrantes – es inevitable si uno quiere mantener la jerarquía racial en la que se forjaron el país y la identidad blanca.

América prosperó económica y políticamente gracias a este sistema, como lo hizo la Iglesia Episcopal, la comunidad cristiana creada para servir y santificar un imperio blanco.

Se me saltan las lágrimas cuando escribo estas palabras. Pero sé que es bueno, bueno para el país y la iglesia sumirnos en la gracia de Dios y decir estas verdades más profundas. Es bueno que lamentemos y nos arrepentamos, incluso si hacerlo desmantela mucho de lo que entendimos sobre nosotros. Una casa construida en arena tarde o temprano se derrumba. Un país y una iglesia construidos en supremacía racial tampoco pueden – y no deben -- subsistir.

Un día en que el pueblo de Dios abre el camino y dice la verdad

Sueño con el día –y puede estar llegando – en que el pueblo de Dios lidere el camino y diga la verdad sobre los que fuimos y somos y que asistidos por la oración discernamos juntos lo que queremos ser… como país y como iglesia.

Si nos vamos a convertir en una Amada Comunidad, no será suficiente que seamos buenos individuos o incluso iglesias cálidas y acogedoras. No será suficiente hablar sobre el privilegio blanco o vitorear la presencia de líderes de color en nuestro medio. Necesitaremos vivir individual y conjuntamente la promesa que le hicimos a la rama episcopal del Movimiento de Jesús: arrepentirnos del mal que nos esclaviza, del mal que cometimos y del mal que se hizo en nuestro nombre.

Necesitaremos entender la supremacía blanca en el centro de nuestra identidad institucional y desmantelarla y subvertirla activamente. De lo contrario solo se reinventará y afirmará, como lo hizo durante toda la historia de Estados Unidos. Necesitaremos dedicar nuestras manos, corazones y dinero a parar el insaciable consumo de Estados Unidos de cuerpos y vidas de latinos, negros, nativos y asiáticos. Necesitaremos adherirnos al sueño de Dios de una Amada Comunidad y aprender a dedicarnos desinteresadamente al bien común.

¿Cómo buscaremos justicia y florecimiento de todos los pueblos de Dios, especialmente de aquellos cuyo sufrimiento y disminución posibilitaron nuestra prosperidad eclesiástica? No hay una respuesta única. Un buen lugar para empezar es “Convertirse en la Amada Comunidad” (un recurso para individuos, feligresías y comunidades) o “Aprender, Orar, Actuar: Recursos para Responder a la Violencia Racial”, ambos en www.episcopalchurch.org. Descubrirán muchas más posibilidades en este número de Prácticas Vitales.

Independientemente de cómo caminen, por favor permanezcan cerca de Jesús y profundamente comprometidos a compartir su Camino del Amor. Acudan y confiésense regularmente a Dios y aprendan de las Escrituras las maneras desinteresadas de Jesús. Oren y adoren con todo su corazón y sean fervientes en bendecir y en darse a sí mismos por amor. Crucen fronteras para unirse a la restauración de Dios y a su proyecto curativo. Y descansen, confiando en que el poder de Dios, no el de ustedes, hará que el sueño de la Amada Comunidad florezca plenamente.

En Jesús, Dios nos dijo y demostró lo que es bueno. Jamás es demasiado tarde para decir la verdad, apartarse de los sistemas de muerte y seguir el camino del amor.

*En estados unidos y en inglés “people of color” o “gente de color” significa la gente latina, negra, indígena, asiática. Nativo/a son personas indígenas de estados unidos – Nativos Americanos.

La reverenda canóniga Stephanie Spellers preside Evangelismo, Reconciliación y Creación en la Oficina del Obispo Primado, que ayuda a los episcopales a seguir el Camino del Amor de Jesús y a cultivar relaciones de amor, vivificantes y liberadoras con Dios, el prójimo y la tierra. Stephanie, la autora de Radical Welcome: Embracing God, The Other and the Spirit of Transformation, así como The Episcopal Way y Companions on the Episcopal Way (con Eric Law), dirigió trabajo de misión y evangelismo en el Seminario Teológico General y fue canóniga en la diócesis de Long Island, fundó The Crossing, una iglesia pionera dentro de la Catedral St. Paul’s de Boston, y encabezó numerosos esfuerzos de renovación en toda la iglesia. Es nativa de Frankfort, Kentucky, y graduada de la Escuela de Teología Episcopal y de la Escuela de Teología de Harvard. En la actualidad reside en el barrio neoyorquino de Harlem.

Recursos:

This article is part of the July 2020 Vestry Papers issue on Racial Justice and Reconciliation