January 2021
Being Church In A Pandemic

Lecciones de la pandemia en Navajoland

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Leon: Ya’ at’ eeh, todo está bien. Hoy los saludo en mi Dine’ Bizaad, en idioma navajo. Me llamo Leon Sampson. Soy un sacerdote que sirve en la Misión Episcopal Good Shepherd en Fort Defiance, Arizona. La región sudoriental tiene tres iglesias que atienden a la mayor parte del pueblo navajo en la Reserva Navajo. Establecida en Arizona, Nuevo México y Utah, la reserva de la Nación Navajo es aproximadamente del tamaño del estado de West Virginia. La misión de la zona Navajoland cuenta con iglesias en tres estados y atiende a unos 170,000 miembros inscritos de la tribu en la reserva.

Serví cuatro años en la iglesia de mi comunidad natal de Bluff, Utah, en la Misión Episcopal de St. Christopher como diácono transicional y obtuve mi maestría en teología del Seminario Teológico de Virginia en mayo de 2019. Fui ordenado sacerdote y llamado a la Misión Good Shepherd para que sirviera como sacerdote con la Rvda. Cathlena Plummer. Estoy en Fort Defiance desde hace un poco más de un año y aprendí muchísimo de esta comunidad. También estoy aprendiendo lo que el seminario no podría haberme preparado para el ministerio en la práctica.

Empieza un nuevo tipo de ministerio

En febrero de 2020, nuestro Consejo Ejecutivo aprobó el aplazamiento de las actividades eclesiásticas en persona en todos nuestros edificios de iglesias. Poco después la Nación Navajo declaró horarios de toque de queda para los desplazamientos de todos los trabajadores no esenciales. Todos los viajes nocturnos y en fines de semana dentro de los límites de la reserva de la Nación Navajo fueron prohibidos. El posible castigo por incumplimiento era una multa de mil dólares y tiempo en la cárcel. Empecé a recibir llamadas de miembros de la iglesia solicitando ayuda a causa de las restricciones de viajes. Muchos no podían ir a comprar alimentos, algo que a algunos les podía llevar un día entero.

Otras luchas fueron aparentes cuando los restaurantes, el gobierno de la Nación Navajo y las escuelas cerraron, dejando a muchos trabajadores desempleados y sin poder comprar alimentos para sus hogares. Las familias empezaron a ver aumentos en los casos de la COVID-19 y compuestos familiares completos tuvieron que permanecer aislados, sin posibilidad de obtener suministros esenciales para sus hogares. El Consejo Ejecutivo y los líderes regionales de la Iglesia Episcopal en Navajoland decidieron que nosotros, como iglesia, teníamos que responder a las necesidades de la comunidad. Ese fue el inicio de un nuevo tipo de ministerio para nosotros.
Primero, se creó una lista de posibles beneficiarios de cajas de alimentos, que consistía principalmente de miembros de la iglesia y sus familias. Este esfuerzo comenzó con cincuenta cajas, dos veces por mes. Después de un mes, nuestros feligreses empezaron a remitir gente que tenía dificultad para alimentar a sus familias o que estaba en cuarentena por posible exposición al virus. Entre febrero y noviembre, nuestros números en la región sudoriental aumentaron a unas 200 cajas con entregas una vez por mes. Muchas organizaciones, entre ellas el grupo de gestión de reacción a emergencias de la Nación Navajo, recurrieron a entidades estatales locales para que ayudaran a proporcionar recursos para que los miembros de la comunidad pudieran ir en vehículos a puntos de entrega para recoger sus cajas de alimentos. Voluntarios del personal de la Misión Good Shepherd entregaron un promedio de 600 a 700 cajas de alimentos por día.

La Nación Navajo sigue teniendo grandes necesidades en nuestras comunidades. Muchas de las organizaciones que proporcionaban cajas de alimentos y productos esenciales dejaron de hacerlo por carecer de fondos o mano de obra. Permanecemos comprometidos a entregar cajas de alimentos y otros artículos esenciales a los que no pueden ir a los lugares de distribución y entregamos a ocho comunidades en los alrededores de nuestra iglesia. Esas entregas requieren manejar entre quince minutos y cuatro horas, de ida y vuelta, para encontrarse con un miembro de una familia en una gasolinera dispuesta a distribuir cajas de alimentos a sus comunidades.

El Obispo Presidente Michael Curry nos estimuló a todos nosotros a que empezáramos a celebrar servicios religiosos afuera de nuestros edificios. Para mí eso es exactamente lo que es una iglesia: encontrarse con gente en sus lugares más vulnerables y demostrarles que alguien los ama y se preocupa por su bienestar. Muchos de los que reciben las cajas de alimentos no asisten regularmente a Good Shepherd, pero les puedo decir que han estado orando pidiéndole ayuda a Dios.

Alimento para el cuerpo y el alma

Nuestras cajas de alimentos no solo contienen comida. También ofrecemos equipamiento de protección personal, ropa, artículos de limpieza, lecturas semanales del leccionario episcopal, folletos de meditación Adelante Día a Día, maceteros con un pie cúbico de tierra y dos paquetes de semillas, una caja azul UTO (Ofrenda Unida de Gracias) y un sobre de ofrenda a la región sudoriental. No solo estamos alimentando a una comunidad, sino que también estamos reforzando su fe en Dios y permitiendo que los beneficiarios escojan buscar a Cristo sin dejar de respetar su autonomía.

Pedimos a los beneficiarios que llenen un formulario que proporciona información y nos deja saber sus necesidades básicas y su acceso a agua corriente, electricidad y calefacción. El formulario ayuda a dar cuentas de los fondos donados a la Iglesia Episcopal en Navajoland y además nos ayuda a dirigirlos a programas de la Sala Capitular de la Nación Navajo. Podemos estar ayudando a gente a corto plazo, pero también estamos buscando apoyo a mayor plazo de recursos locales. Las numerosas necesidades de los habitantes de la Nación Navajo han sido pasadas por alto por muchas décadas y vivir de esta manera dañó a la comunidad física, emocional, psicológica y espiritualmente. Es por eso que creo que en nuestra generación más joven hay cifras más elevadas de suicidios, alcoholismo, drogadicción, pobreza y desempleo. A veces siento que no estamos teniendo un mayor impacto en las necesidades de nuestra comunidad, pero sé que las cosas no pueden volver a como eran antes. Necesitamos estar presentes en la comunidad para ofrecer amor, esperanza en Cristo y espacio para sanar.

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GJ: Hace un año fui a Winter Talk en Seattle, Washington, una reunión anual en la que pueblos indígenas de toda la Iglesia Episcopal se reúnen para cantar, bailar y narrar historias para nutrir nuestras almas en cultura, aprender y forjar y reforzar amistades. Planificamos encontrar maneras de prepararnos para la Convención General. ¿Cómo podemos hacer que la Iglesia en general demuestre que los pueblos indígenas son parte de la Iglesia Episcopal? ¿Cómo amplificamos nuestras voces y encontramos amigos que nos escuchen? Pero primero, ¿cómo interactuamos entre nosotros para forjar vínculos y compartir nuestras culturas tan ricas? Planificamos viajes, visitas y pequeñas conferencias, para que representantes de la comunidad más general puedan conversar y presenciar las diferentes culturas.

A la semana de haber regresado a nuestras respectivas comunidades, hubo un anuncio de que acabábamos salir de la zona cero de los primeros casos de la COVID-19 en Estados Unidos. Después, el 13 de marzo, la Misión de la Zona de Navajoland notificó a nuestras feligresías que cerraríamos nuestras puertas y que pasaríamos a estar presentes virtualmente mediante medios sociales, correo electrónico, teléfono y mensajes de texto. Al principio no estábamos muy seguros de cómo nos sentíamos sobre el virus y lo peligroso que era.

Navajoland es lo que la mayoría de la gente conoce como los Cuatro Rincones. La Reserva Navajo tiene una superficie de unas 25,000 millas cuadradas y está en tres estados: Nuevo México, Arizona y Utah. Nuestras historias de la creación nos dicen que la Nación Navajo yace dentro de las Cuatro Montañas Sagradas, el fundamento de nuestra vida. Las montañas contienen historias de los que vivieron antes de nosotros. Las oraciones, canciones, cánticos y voces de generaciones que todavía perduran en los cañones, cuevas y grietas de cada montaña. Las montañas nos dan todo lo que necesitamos: alimento, agua, un hogar y con solo escucharlas nos proporcionan entendimiento.

Responder a la necesidad en Navajoland

A fines de marzo de 2020, la Nación empezó a informar casos de la COVID-19 en comunidades rurales. El presidente de la Nación Navajo empezó a emitir órdenes de permanecer en casa y cerró la Nación. Por ser una región tan vasta, las órdenes de permanecer en casa y los controles de carretera causaron grandes dificultades a nuestra gente -- al igual que a muchos otros en Estados Unidos -- para cumplir con las necesidades de sus familias. ¡El principal motivo era que cuando el mundo entero estaba luchando y la COVID-19 se convirtió en una pandemia local, la Reserva Navajo, en todas sus 25,000 millas cuadradas, solo contaba con 13 mercados!

Sin embargo, tenemos montones de gasolineras, así que la gente tenía suficiente combustible como para aventurarse fuera de la reserva a alguna localidad fronteriza racista para gastar dinero en mercados que aumentaban enormemente los precios. En diciembre de 2020 surgieron imágenes de una tienda en la reserva que vendía 50 mascarillas faciales por $89. Estas dos últimas oraciones merecen como mínimo tres artículos.

Pero volvamos a la historia. Así que, pandemia global y desaparición del papel higiénico.

En realidad, antes de la pandemia la Nación Navajo ya estaba luchando con la falta de empleo, el alcoholismo, la drogadicción, el maltrato físico y la malnutrición. La tercera parte de las viviendas en la reserva se encuentran en comunidades remotas sin agua corriente y una parte de la reserva no tiene electricidad. Con el mundo cerrándose y el número de casos de COVID en aumento, pasamos a ser muy vulnerables a sus estragos. Al poco tiempo de la pandemia, la majestuosa, hermosa Nación Navajo se convirtió en titulares de noticias de todo el mundo, que informaban que nosotros teníamos el mayor número de casos de la COVID-19 per cápita junto con Nueva York y Nueva Jersey. A medida que el virus empezó a asolar a nuestra gente, las familias perdieron empleos a causa de los cierres, la comida escaseó todavía más a causa de las compras frenéticas y las escuelas que proporcionaban dos comidas diarias a los niños cerraron.

La Iglesia Episcopal de Navajoland y otros grupos en la reserva oyeron nuestras voces de desesperación y actuaron. Cuando el mundo empezó a informar las maneras en que la COVID-19 estaba afectando al pueblo navajo, empezaron a llegar donaciones por correo. Mascarillas hechas a mano, desinfectantes de manos, artículos de limpieza y donaciones monetarias. Unas pocas iglesias nuestras tenían pequeñas despensas de alimentos que servían a varias familias por mes, pero con la pandemia ahora servimos a más de 2,000 familias. Nos hemos asociado a Giving Children Hope (Dar Esperanzas a los Niños), que proporciona alimentos y ropa para añadirlos a nuestras cajas de alimentos y compra hortalizas y carnes frescas con dinero de donaciones en línea.

Empleo de tecnología para ser la Iglesia

¿Cómo seguimos siendo la Iglesia durante la pandemia? Antes de la pandemia, nuestra presencia en línea no era significativa. Dos años antes del cierre del mundo, Navajoland había creado un ministerio llamado Cheii's Dev Shop. Cheii's Dev Shop introdujo tecnología a nuestras iglesias y proporcionó capacitación e instrucción a nuestra gente carente de conocimientos técnicos. Proporciona clases mensuales de desarrollo básico de sitios web y de uso de computadoras. Fue un proceso lento por falta de fondos, pero pudimos crear nuestro sitio web, que ofrece información sobre nuestro pueblo e iglesias.

Después empezamos a hablar sobre cómo hacer que más gente participara en medios sociales. Por primera vez, tenemos cuatro nuevos sacerdotes navajos capacitados en seminarios. Antes de la pandemia, Navajoland estaba planificando nuestro futuro como Misión de la Zona de Navajoland. El sacerdocio estaba atareado y centrado en reforzar nuestras nueve feligresías. Vibrantes nuevos ministerios desarrollaron ideas sobre revitalización cultural y programas para asistir a personas necesitadas de sustento espiritual en su senda hacia la recuperación.

El tiempo del COVID afecta psicológicamente, ¿Cómo podemos seguir proporcionando ministerio y apoyo sin reunirnos en persona? Si bien nunca podremos tener el efecto pleno de reunirnos en persona al reunirnos en línea, herramientas como Zoom y diversas plataformas de medios sociales nos han permitido llegar a la gente de nuevas maneras. Empleamos Zoom para todas las reuniones, estudios bíblicos y momentos de oración. También lo empleamos para ofrecer dos sesiones cruciales para nuestro pueblo navajo. Con la ayuda de obispos y sacerdotes, estas sesiones cubren temas como “Lidiar en tiempos de COVID” y “Cuidar a nuestras familias y vecinos en tiempos de COVID”. Proporcionan un lugar seguro para que grupos pequeños hablen, reflexionen y oren.

Vivir en aislamiento y ver los medios inundados de noticias sobre muertes y brotes puede afectar adversamente nuestra psique. En los hogares se puede crear una breve sesión diaria de oración para leer el leccionario diario y las reflexiones y oraciones que escriben los sacerdotes. Esas reflexiones se envían a nuestro pueblo navajo mediante mensajes de texto porque no siempre hay buena conectividad a Internet o wifi.

Empleando tecnología para Iglesia, ahora alcanzamos a navajos que no sabían que nosotros existíamos. Esta vez nos forzó a parar, escuchar y servir. Oímos las necesidades y pudimos ayudar más gente. Las viejas maneras de hacer las cosas desaparecieron y es posible que no volvamos a ellas enteramente. No podemos sentarnos a esperar que algo suceda. Nosotros vamos activamente a la comunidad porque lo que nos sustenta depende de ello, de lo contrario nuestras formas de vida pasarán al olvido. El mundo necesita sanidad y podemos ofrecer nuestras plegarias, meditaciones y voz para ayudar a curar, reconfortar y llenar espacio. Tropezamos, nos caemos, pero nos levantamos inmediatamente.

Respirar y orar

Lo que más aprendí durante la pandemia global fue a respirar.
A veces todo parece ser abrumador, pero con corazón devoto
y dedicación a hacer que nuestro mundo sea un lugar mejor,
empiezo a ver un resquicio de esperanza.
La práctica de la oración es sagrada y crea un espacio de pensamiento interior.
En la mañana, al amanecer, antes de que sale el sol
llevamos nuestra ofrenda de polen de maíz al Dios Creador.
La mañana es calmada y silenciosa.
De pie hacia el este, dedicamos tiempo y meditamos para despertar nuestros sentidos.
Olemos las muchas fragancias de la tierra: húmeda, terrosa, boscosa y cálida.
Empezamos a oír el despertar de la vida a nuestro alrededor. Los pajaritos empiezan a trinar y las hojas a susurrar.
Vemos los colores cambiantes del horizonte: azules pálidos y muchos tonos de amarillo.
Tocamos a la madre tierra con las palmas de nuestras manos,
bendiciéndonos en agradecimiento por la vida en un nuevo día.
Ofrecemos oraciones de agradecimiento, adoración y súplica.
Probamos una pequeña cantidad de polen de maíz y rociamos la ofrenda al Creador
en el momento en que el sol empieza a ascender en el cielo.
Todo está entero otra vez. Amén.

El reverendo Leon Sampson es sacerdote en la Misión de la Iglesia Good Shepherd en Fort Defiance, Arizona. Nació y vivió toda su vida en esa región y fue llamado a servir a Dios con el pueblo Diné. Sus pasiones son la agricultura, las artes culinarias y ayudar a familias jóvenes a conocer a Cristo en sus vidas. Le encanta enseñar y aprender sobre quiénes somos como Iglesia Episcopal en Navajoland. Vive con su esposa y sus hijos.

Gerlene Gordy (GJ) es navaja de Coal Mine, Nuevo México. Sus clanes son: Un caminante nacido del Pueblo de la Sal. Agua de Orilla son sus abuelas maternas y el Pueblo del Lodo sus abuelos paternos. Pertenecer a un clan es esencial para los navajos para saludar y establecer relaciones. Ella es la directora de comunicaciones de la Iglesia Episcopal en Navajoland y desarrolladora de la Web de Cheii, que fue fundada por la Iglesia Episcopal en Navajoland. Gerlene desea ayudar a compartir sus historias. Tiene una hija de 5 años y un esposo. Trabajó con niños por más de 12 años y disfruta beber té dulce en las tardes calurosas de Nuevo México.

Recursos:

This article is part of the January 2021 Vestry Papers issue on Being Church In A Pandemic