September 2021
Celebrating Hispanic Heritage Month

El proceso sacrosanto y humano de hacer arte

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¿Quién es esta mujer pródiga que rompe su jarra de alabastro, causando que ese objeto de gran valor se desparrame por el mundo? ¿Un objeto creado cuidadosamente a lo largo del tiempo, atesorado y protegido hasta el momento preciso y aquí destruido en un segundo, extravagantemente? Como discípula ella nos muestra a María, manteniendo ese objeto de valor a su lado para que lo cuide, pero siempre sabiendo que no era de ella y que se tomará, dará, con amor, pero también con resquebrajaduras y llanto.

En esta imagen, lo que cae no es ajeno al suelo en el que cae, de hecho hay cosas similares que crecen a su alrededor, altos tallos de maíz que se van esfumando en el trasfondo de una puesta de sol estival. No, esto es transformativo en su familiaridad, un recordatorio de que cada instancia da a luz un mundo renovado, en el que todos los nacimientos abren posibilidades y arrojan su propia luz.

Debemos arrodillarnos en la tierra húmeda para sostenerla, crear un capullo con nuestras manos y nuestro cabello que proteja esa alegría, convierta el destello en llama y sepa que ya soltamos lo que sostenemos en nuestras manos dándole vida.

¿Cómo emergeremos de este páramo, de nuestra vida oculta en sombras de árboles, de la ceguera que elegimos para confrontar estos ojos? Éstos no son rostros de posturas mezquinas ni de conclusiones anticipadas, sino de ceños arrugados de promesas incumplidas y de mejillas insensibles a las palabras dichas enfáticamente, pero con débil seguimiento.

Sin embargo, hemos comido los frutos de ese árbol y no podemos no ver lo que vimos. Retraernos al páramo sería un juego de niños de fuertes y hacer de cuenta, cuando hay trabajo por hacerse en la ciudad, bajo su cielo límpido y su sol brillante.

El espíritu nos espera, nuestro conejo blanco, que no llega tarde, sino que nos confiere la misma urgencia de movernos hacia un futuro que no hemos escrito completamente en nuestra agenda. Hay espacio en este gentío, pero tendremos que luchar por él, tendremos que desearlo y tendremos que unirnos y mirar fijamente desde el frente a los que todavía no han sido llamados al trabajo.

Todavía no había cumplido los 35 años. No era ningún ángel, ninguno de los dos lo era, pero para mí eran hermanos. Sus nombres tienen más peso en mi corazón, tal vez por su especificidad relativa a las tierras de las que provienen nuestros cuerpos, Joseles e Itzolin. Él, encontrado desnudo detrás de un centro comercial, y él quitándose la vida; homosexuales marrones que el mundo no pudo contener. Ojalá ellos fueran la lista completa que me estruja el corazón.

¿Cómo era tocar su cuerpo, distorsionado y mutilado, con clavos que le perforaban las manos, los olores mixtos de desechos y de plantas de desierto allende los muros de la ciudad? ¿Cómo se sentía no sentir el calor de su corazón, sino el enfriamiento de su sangre contra la suavidad de nuestra mejilla? Su cuerpo de repente demasiado grande como para sostenerlo, algo que ya se estaba sumiendo en la tierra, despatarrándose y echando raíces en la arcilla.

No hay consuelo ni calma: viento y pluma, pluma y lluvia no pueden enfriar la atrocidad. La opción de usted de irse no hace que irse sea soportable. Así que sostenme en tus brazos, pero sabe que no dejaré de llorar.

Cuando levanto un pincel siempre lo hago con nerviosismo. Sé que el camino desde la idea hasta el trabajo terminado será serpenteante y largo, pletórico de revelaciones y con una buena dosis de frustración. Estará la prisa de cubrir hasta el último centímetro de la tela estirada, de atrapar su luz y de adueñarme de todos los segundos en los que el ojo escanea la superficie. Habrá un rinconcito minúsculo que atrapará algo verdadero y se convertirá en ancla. Trabajo horas para llevar todo a ese nivel. Después ese anclaje empezará a desvanecerse y surgirá una historia nueva. Debo dejar de lado esas pinceladas con los que me sentía tan bien para hacer que la obra completa funcione. A lo largo del camino, estará el deseo de expresar algo poético, elegante y abstracto, seguido inmediatamente por la necesidad de ensuciarlo y traer de vuelta las resquebrajaduras, las lágrimas, lo narrable, visceral y real. Para mí, como para la mayoría de los artistas, supongo que no es un proceso limpio ni lineal, no uno con un temperamento equilibrado, sino uno sacrosanto, humano y sin lugar a dudas cristiano.

Espero que estas viñetas e imágenes les inspiren a valorar su propia iconografía, un forcejeo con los símbolos, imágenes y palabras de nuestra fe que libera su potencial y encuentra esperanzas, pero que debe ser el trabajo de recrearlos constantemente. Somos una tradición de ritos que encierran nuevas ideas, pero que no nos atan. Ojalá podamos liberar su potencial y explorar su verdad desordenada.

Jason Sierra vive en Austin, Texas, donde vive con su esposo y sus cuatro hijos de acogida. Se especializó en Estudios Americanos y Feministas en la Universidad de Stanford y posee una maestría de la Universidad de Duke. Anteriormente fue diseñador gráfico e integrante del personal del obispo presidente Jefferts-Schori. En la actualidad es asesor de liderazgo en educación pública del Centro Holdsworth.

Recursos:

This article is part of the September 2021 Vestry Papers issue on Celebrating Hispanic Heritage Month