September 2021
Celebrating Hispanic Heritage Month

Pactos con Dios

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Como hija de exiliados cubanos, crecí en un hogar que me enseñó que donde hay Dios y la familia, todo es posible. Mi madre siempre me decía: "Christina, no sé qué harás cuando seas grande, pero sé que será algo extraño y especial". Lo que yo sabía era que nunca quise aceptar un trabajo en el que tuviera que escribir mucho o hablar en público; y este fue mi trato con Dios; o eso pensé.

Cuando era niña, recuerdo haber visitado los Museos Smithsonian en Washington, D.C. y pensando para mí lo genial que sería pasar la noche deambulando libremente por los diferentes pasillos. En la secundaria, tomé un curso de Historia del Arte; y me gustó tanto que, después de graduarme, me inscribí en la Universidad de Miami como estudiante de Historia del Arte. Mi pacto con Dios tuvo que ser revisado. Estaba dispuesta a escribir mucho, pero no hablar en público por mí; tenía libertad para estudiar y crear arte. A lo largo de los años experimenté con diferentes medios. Disfruté estudiando sobre diferentes artistas del pasado y tratando de replicar sus técnicas para aprender más. Trabajé en el museo de la universidad y en la galería de estudiantes preparando para las exposiciones. También fue en estos años que encontré mi hogar en la Iglesia Episcopal en la Capilla del Venerable Bede en la misma campus de la universidad.

Al fin del primer año escolar y algún tiempo después de mi confirmación, discerní un llamado al sacerdocio. Una vez más, mi pacto con Dios tuvo que ser revisado. Este es el punto en mi vida en que nunca más iba a decirle "no" a Dios. Estaba dispuesta y lista para escribir y hablar en público. Mi familia apoyó mucho mi llamado, sin embargo, nos dimos cuenta de que sería necesario que me fuera de casa para estudiar. Durante mis años en el General Theological Seminary hablábamos todos los días por teléfono. Cuando un empleado del seminario se enteró de mi contacto diario con la familia, me dijo que volviera con él en tres años y le dijera que todavía estoy hablando con la familia todos los días. Gané la apuesta. Durante esos años, mi obra de arte ayudó a lidiar con los factores estresantes, ya sea para ayudar a los efectos del 11 de septiembre o los habituales, como los exámenes y los cursos.
Crecí en una familia muy unida que hablaba inglés y español en casa; aunque la verdad sea dicha, de niños, mi madre siempre nos hablaba en español, aunque respondiéramos en inglés (y lo hacíamos), y mi padre se metía en problemas por hablarnos en inglés. Vivíamos una vida bilingüe y nunca notamos ninguna diferencia; cambiando con fluidez de un idioma a otro.

Mis padres vinieron de Cuba cuando eran niños. Mi padre era un niño Pedro Pan que llegó solo a los EE.UU. a los 15 años. Mi madre tuvo más suerte en cierto sentido, ya que llegó con adultos a los 12 años. Ambas familias creían que este viaje sería de corta duración; tenían la esperanza de volver algún día a su vida habitual en Cuba. En cambio, brotaron raíces aquí; mi abuela pronto cumplirá 96 años y aún no ha regresado, y mi abuelo murió en el exilio. Mami y Papi se conocieron al final de la adolescencia y han sido inseparables durante más de 54 años. Lo que no aprendí hasta que fui adulto es que habían hecho un pacto entre ellos desde el principio. Se comprometieron a no dejar que nada se interpusiera entre la familia; si hubiera necesidad de huir de nuevo, pase lo que pase, la decisión sería permanecer juntos; fue todo o nada. También se aseguraron de mantener nuestros pasaportes siempre actualizados por si acaso ocurría lo mismo. Aunque no supiera con tantas palabras lo que habían decidido hasta ahora, así es como nos criaron a mi hermano y a mí. Mirando hacia atrás, ahora comprendo el gran sacrificio que hicieron cuando me fui a estudiar a la ciudad de Nueva York.

El arte fue y sigue siendo mi mayor salida. Con el tiempo, llegaría a desarrollar mi propio estilo; mi medios favoritos para trabajar es la pintura acrílica, el lápiz de color y los pasteles al óleo. Creo arte cuando soy feliz. Creo arte cuando estoy triste. A menudo, creo mi arte antes de poder vincularlo a un estado de ánimo o sentimiento; rebosa desde adentro. Siempre tengo la esperanza de que mis pinturas y dibujos también lleguen al corazón y a la mente de los demás. Mis influencias están cerca de mi corazón. Bromeo que estoy hecho en América con partes Cubanas. Uno de mis cuadros favoritos es el de La Caridad del Cobre, Patrona de Cuba y protectora de los marineros. Cuando era niña, visitábamos su santuario en Miami al menos una vez al año. Mi origen cubano ha sido una fuerza orientadora en mi vida; desde muchos cuentos de Cuba, hasta el idioma, la comida y la música. La mayor parte de mi portafolio está compuesta por obras de arte de los últimos 10 años. Además de las figuras religiosas, también me gusta pintar cuadros de músicos y la naturaleza. No solo siento que mi obra de arte me acerca a Dios, sino que también me ayuda a relacionarme mejor con los demás. Siempre me he expresado mejor a través del arte. Es cierto cuando dicen que una imagen vale más que mil palabras.

Christina Encinosa tiene 43 años y nació en Miami, Florida y vivió en la misma casa en Coral Gables hasta su partida al seminario. Se graduó de Ransom Everglades School y de la Universidad de Miami. Tiene una Licenciatura en Historia del Arte, Psicología y una especialización en Sistemas de Información Computacional, así como una Maestría en Divinidad del General Theological Seminary. Ella es una sacerdote jubilado en la Diócesis del Sureste de Florida, actualmente reside en Boynton Beach con Gerhardt, su amado esposo durante 10 años y su perro, Kirby. Christina dedica su tiempo al arte, la música y la familia.

Recursos:

This article is part of the September 2021 Vestry Papers issue on Celebrating Hispanic Heritage Month