March 2023
Disaster Preparedness

En los infortunios somos uno

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Cuando la gente describe a Haití, siempre dice que es el país más pobre del mundo con la gente más resiliente. Anualmente, Haití tiene que enfrentar múltiples catástrofes naturales, como huracanes, terremotos, lluvias torrenciales y tormentas tropicales. Estos sucesos han tenido un gran impacto en el país, causando daños significativos a las infraestructuras, las viviendas y las empresas, y la pérdida generalizada de vidas humanas.

La catástrofe natural más devastadora de Haití fue el terremoto de magnitud 7,0 de 2010, que causó más de 400.000 muertes. Destruyó gran parte de la ciudad de Puerto Príncipe. También interrumpió las redes de transporte y comunicación, dificultando el acceso de la población a los servicios y suministros esenciales. Haití también es vulnerable a los huracanes y las tormentas tropicales, que pueden causar inundaciones y deslizamientos de tierra. El huracán Matthew azotó el país en 2016, causando daños generalizados y pérdidas de vidas humanas. Le siguió un brote de cólera que afectó a miles de personas.

La combinación de estas catástrofes naturales y los limitados recursos del país hacen que para Haití sea sumamente difícil recuperarse y reconstruir después de esas desgracias. Es por eso el resto del mundo siempre se pregunta cómo sobrevive el pueblo haitiano a estas tragedias.

Nuestro sentido de unidad

El sentimiento de unidad del pueblo haitiano es notable de ver. Siempre pensé que era algo natural, algo inculcado en el cerebro de cada haitiano. Hay un famoso proverbio que utilizamos a menudo: "En los infortunios, somos uno".

¿Y cómo funciona esa "unidad"? Compartiéndola.

No solo en el momento de la catástrofe, sino durante la vida cotidiana, la bendición más vital para nosotros los haitianos es la comida. Compartimos la comida con los vecinos. Todos los días, mi familia recibía dos o más platos de nuestros vecinos, y mi madre nos enviaba a mis hermanos y a mí a repartir comida a nuestros vecinos también. Recuerdo que me encantaba el arroz con habichuelas rojas de mi vecina de al lado con el guiso de pollo más delicioso. Este intercambio de platos evita que muchas familias mueran de hambre cuando la inflación se vuelve catastrófica. Como siempre decían nuestros mayores, "si dos pueden comer, podemos añadir un tercero, y si tres pueden comer, podemos añadir un cuarto".

Desgraciadamente, a pesar de todos sus esfuerzos y buena voluntad durante una catástrofe natural, el gobierno haitiano nunca ha sido capaz de proporcionar ayuda a tiempo debido a la falta de recursos. Y por ello, muchas comunidades se reúnen para crear planes de emergencia con sus propios recursos. La mayoría de las veces, éstos consisten en saber a qué casa de vecino ir si hay una inundación y qué casa de vecino es lo suficientemente sólida como para que sus habitantes estén a salvo.

Unidos cuando ocurre una catástrofe
Nunca he visto un Haití más unido que en el terremoto de 2010. Cuando salí de los escombros del edificio de la Escuela de Música de la Santísima Trinidad, vi que la catedral de la Santísima Trinidad había desaparecido, y oí a la gente gritar por todas partes, cubierta de polvo blanco (como en la ceremonia del vudú haitiano), incluso yo misma. También fui testigo de cómo hombres y mujeres regresaban a los escombros para salvar a desconocidos.

Cuando volví a casa ese día, encontré a docenas de personas en mi patio, cubiertas con sábanas y mantas y bebiendo tazas de té de verbena (una planta perenne de la familia de la hierbabuena que reduce los sentimientos y la ansiedad), gracias a mi madre. Nuestro sentimiento de unión era más fuerte que nunca. Todos queríamos apoyarnos unos a otros, especialmente a los que más habían perdido.

Este sentimiento de unión permitió a la orquesta filarmónica de la Santísima Trinidad y a los miembros del coro de niños actuar para la gente en las tiendas de campaña que cubrían hectáreas de terreno.

El poder de la música

Dos semanas después del terremoto, tras pasar días recuperando instrumentos y partituras entre los escombros, algunos de los miembros de la orquesta nos reunimos para tocar y, a partir de ahí, decidimos actuar para las personas que vivían en tiendas de campaña y que habían perdido a sus familias, amigos y viviendas, personas que podrían necesitar escuchar nuestra música como un signo de esperanza. Sin saber cómo aceptarían nuestra música, algunos de nosotros temíamos la reacción de la gente, pero eso no nos impidió correr el riesgo. También llevamos el coro de niños (niños de 8 a 16 años). Queríamos que entendieran el poder supremo que Dios nos da para apoyarnos y estar ahí los unos para los otros.

Llevamos viejas carpetas de música con todo tipo de música en ellas, todos se vistieron de blanco y negro, y entramos en la parcela llena de tiendas. La gente de allí nos encontró un espacio libre y empezamos a actuar. El coro cantó "Pie Jesu" de Fauré y "Ave Verum Corpus" de Mozart acompañado por el conjunto de cuerdas. La orquesta tocó "Erzulie Malade" (Erzulie está enferma), una de las piezas clásicas haitianas más bellas de Werner Jaegerhuber.

Ver al público me derritió el corazón. Estaban tan atentos a la música, y sentí que cada nota tocaba sus corazones, liberando toda la tristeza y desesperación con sus lágrimas. La mayoría de estas personas nunca había asistido a un concierto de música clásica ni habían visto a nadie tocar un instrumento. Mientras lloraban, el conjunto de viento hizo lo inimaginable y tocó "Thriller" de Michael Jackson. ¡Fue épico! Las lágrimas se convirtieron en sonrisas, risas y baile. Qué consuelo.

Después de una experiencia tan tremenda y edificante, seguimos actuando en tres lugares de tiendas de campaña durante los tres meses siguientes, ofreciendo un programa más preparado. Sin embargo, mientras estábamos tan ocupados apoyando a nuestros hermanos y hermanas, los músicos y cantantes no nos prestábamos mucha atención a nosotros mismos.

A veces, la pena y el dolor sólo se sienten después.

Ese año recibimos muchas invitaciones para actuar, una de ellas en la conferencia de la NAES en San Antonio, Texas, en noviembre. Llevamos a 32 niños y diez músicos y nos alojamos en casas de familias anfitrionas. Fue durante este viaje cuando me di cuenta de lo afectados que estábamos todos.

Me alojé en casa del padre Jonathan y Jennifer Whikham, y cuando Jennifer me preguntó por el terremoto, le conté lo que habíamos hecho hasta entonces. Pero entonces ella dijo que lo que quería saber era cómo me encontraba y sentía yo. Y por primera vez, sollocé. No podía responder. Pero ella comprendió el peso de mis lágrimas.

Al día siguiente fuimos a una actuación en St Alban, en Harlingen, Texas. Y de nuevo, el miembro de una familia anfitriona preguntó a uno de los niños, Descobet Fedler, si había perdido a alguien durante el terremoto. Sin expresión en el rostro, respondió: "Sí, perdí a mi hermana menor". Fue muy doloroso escuchar eso. No derramó ninguna lágrima delante de nosotros, pero estoy segura de que pasó una noche horrible. Tenía 13 años en ese entonces.

Al día siguiente, le pregunté por qué nunca había dicho nada sobre su hermana. Dijo que estaba demasiado ocupado actuando, y fue entonces cuando lloró. Cantar y estar con los otros miembros del coro eran un gran consuelo para él. Y estaba tan orgulloso de tener el privilegio de consolar a los demás mientras se sanaba a sí mismo.

Nuestro Padre celestial nos dio el poder de superar todos los desafíos. Ya somos fuertes, pero juntos somos más fuertes. Haití es un excelente ejemplo de lo importante que es apoyarnos unos a otros y de que lo primero de todo es la gente.

Bernadette Stela Williams es Directora del Ministerio de Música y profesora de cuerdas en la Iglesia y Escuela Episcopal de San Jorge en San Antonio, Texas, donde da la bienvenida a todos los que desean hacer un alegre ruido al Señor. Ella y su hijo pequeño se trasladaron allí en 2018 desde Haití, donde ella creció. Iniciada en el violonchelo a los ocho años de edad, Bernadette se convirtió en uno de los miembros más jóvenes de la Orquesta Filarmónica de la Santísima Trinidad en 1997 y fue concertina de la sección de violonchelos durante más de diez años. Estudió administración de empresas y contabilidad en la Universidad Episcopal de Haití y llegó a ser directora ejecutiva de la Escuela de Música y la Orquesta Filarmónica de la Santísima Trinidad. Mediante la escuela, pudo empezar a implementar programas de música en localidades rurales. Apasionada por la cultura haitiana, Bernadette también cofundó la organización sin ánimo de lucro Educ'Art en 2015 para la promoción de la música haitiana y de jóvenes talentosos.

Resources:

This article is part of the March 2023 Vestry Papers issue on Disaster Preparedness