July 2021
Music Ministry

Descolonización de la música eclesiástica

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Mire a su alrededor, mire a su alrededor, la suerte que tenemos de estar vivos hoy…”. ¿Se acuerda del fin de semana del 4 de julio de hace un año? Las infecciones se habían disparado, los hospitales se habían quedado sin camas, nuestra incredulidad de que esta pandemia estaba empeorando, el dolor de perder seres queridos, las estadísticas, la campaña política, el culto virtual, los ensayos del coro cancelados, el debate entre comunión o ante comunión… George Floyd. En medio de tiempos tan desorientadores, estuvo la poderosa música de Lin Manuel Miranda y su historia reimaginada de los padres fundadores luchando por la libertad para todos (realmente para todos), lo que nos trajo una brisa refrescante, un sentido de unión y alivio de la fatiga del zoom y de la incertidumbre. Éste es solo uno de los muchos ejemplos de cómo la música y los músicos que ejecutaron, interpretaron, grabaron y compartieron sus dones con el mundo se contaban entre los grandes héroes de la pandemia.

La música nos mantuvo cuerdos, nos dio un propósito, nos animó a unir nuestros corazones en emociones de solidaridad, apoyo y compasión. La música nos ayudó a sentirnos mejor sobre nosotros mismos, sobre nuestro mundo. Músicos de todo el mundo, de todos los géneros y todos los estilos, compartieron sus dones y destrezas con la esperanza de proporcionar un poco de cordura y amor a un mundo doblado en dos por la COVID-19.

Los músicos eclesiásticos no fueron ninguna excepción. Cuando llegó la noticia de que cantar diseminaría el virus, causando que fuera más peligroso, los músicos eclesiásticos -- de una manera u otra y tal vez unos más pulidos que otros --, todos nosotros entramos en acción sin vacilar y contestamos la pregunta ¿y ahora qué?

¿Quiénes deciden?

En 2017, en su ensayo “Theologizing Latinamente”, el Dr. Orlando Espín nos recordó algo que se había mencionado mucho durante el año de la pandemia: que los días de ingenuidad imperial y colonial habían quedado atrás. Espín recordó a Próspero de Aquitania y su axioma “lex orandi, lex credendi”, para recordarnos que la ley de lo que oramos es la ley de lo que creemos y que si lo que oramos es importante, entonces por lo que oramos, quiénes oramos y dónde oramos son elementos igualmente importantes.

Entonces, la pregunta es ¿quiénes escogen la lex orandi? ¿Quiénes escogen nuestras oraciones? ¿Quiénes escogen quiénes oran y dónde oramos? Además, este enunciado es igualmente apto cuando se trata de música eclesiástica. Propongo que no sea solo lex orandi, sino lex canendi, lex credendi, en otras palabras, la ley de lo que cantamos establece lo que creemos. Por lo tanto, si la ley de lo que cantamos cuenta, entonces quienes escogen nuestras canciones y los temas de ellas, quiénes cantamos y dónde cantamos cuenta en igual medida y tal vez hasta más.

Nuestra música, las canciones que cantamos, están influidas por muchas circunstancias, presiones, intereses y conflictos originados en agendas no estrictamente teológicas o incluso cristianas. Me gustaría parafrasear a Espín diciendo que la música eclesiástica, al igual que la teología, han sido manipuladas o escritas con intereses que pueden ser no transparentes u honorables. Pretender que ese no es el caso sería irresponsable e ingenuo. En las palabras de Espín, ser tratado como un cristiano o teólogo (o músico) de segunda categoría porque uno no vive (o canta) o lee en la cultura de la voz dominante es doctrinal y moralmente inaceptable y un ejemplo de una actitud imperial que raya en la idolatría[1].

Desde 2017, he estado compartiendo la historia de los dos principales himnarios latinx usados en la Iglesia Episcopal. El Himnario (1998) y Flor y Canto (1984) contienen canciones que no son realmente latinoamericanas, aunque han pasado a ser parte del repertorio latinoamericano, gracias a las prácticas comunes y al proceso de inculturación. Solo como un ejemplo, en la sección de Adviento de Flor y Canto (2a ed.) hay 28 canciones, de las cuales solo cuatro son originariamente de compositores latinoamericanos. Asimismo, en la sección de Adviento del Himnario, hay 23 himnos y solo tres de ellos son originariamente de compositores latinoamericanos. Este es un ejemplo de lo que pasa cuando lex canendi es establecida por la voz dominante en la iglesia, incluso con la mejor de las intenciones.

Una oportunidad para experimentar

Sin embargo, fue esta pandemia lo que dio a la Iglesia la oportunidad de experimentar con música no tradicional. Aquí cito dos esfuerzos importantes de la Iglesia para descolonizar nuestra lex canendi. Con el apoyo de los subsidios Becoming Beloved Community (Convertirse en Comunidad Bienamada), la Diócesis de Indianápolis lanzó Worship with Bravery (Culto con Valentía), una serie de cuatro videos con música no tradicional tocada por músicos de color de la Catedral Christ Church en Indianápolis. Inicialmente éste fue un proyecto de presentación de culto valiente, culto realizado con canciones no tradicionales. Nuestro objetivo era invitar a más músicos, sacerdotes y feligresías a que experimentaran esta música y tal vez a que la implementaran en sus propios cultos.

Sin embargo, cuando pegó la pandemia tuvimos que añadir otros dos niveles de valentía. No solo estábamos haciendo música no tradicional, sino que estábamos haciendo música durante la pandemia y éramos músicos de color haciendo música en un momento en que estábamos oyendo constantemente el mensaje de que nosotros, como inmigrantes y gente de color, no éramos bienvenidos en Estados Unidos. Además, la Diócesis de Indianápolis siguió brindando talleres que nos inspiraron, incluyendo una serie de seminarios virtuales con la Dra. Alisha Lola Jones y el profesor Vince Carr, de la Universidad de Indiana.

Asimismo, el 1º de noviembre de 2020, nuestra Iglesia Episcopal transmitió en vivo “Aferrándose a la esperanza: Un servicio religioso nacional para la curación y la plenitud” desde la Catedral Nacional con la presencia de nuestro Obispo Presidente Michael Curry (folleto aquí). Con el objetivo de brillar como un faro de esperanza para la nación en medio de la pandemia de la COVID-19, el ajuste de cuentas racial y una elección muy reñida, la Iglesia Episcopal y la Catedral Nacional organizaron un servicio religioso principalmente con música contemporánea y canciones de diferentes tradiciones --y ninguna del Himnario de 1982--, cantadas por cantantes y músicos de color de toda la Iglesia.

Lo que aprendimos

Entonces, ¿qué aprendimos al experimentar esta música durante todo un año de culto en línea? Creo que se pueden sacar cuatro lecciones principales de estos esfuerzos. Primero, aprendimos que nuestra iglesia está lista y ansiosa por empezar a cantar música de tradiciones diversas. Segundo, aprendimos que algunos estilos de música fueron más adaptables al culto en línea y mucho más efectivos: canciones tradicionales, canciones cortas, salmodias (tradicionales y contemporáneas), canciones con acompañamiento de guitarra, canciones en unísono. Tercero, aprendimos que la prioridad de nuestra música cuando rendimos culto en línea no es estética sino misionera. En otras palabras, la experiencia de rendir culto en línea fue significativa en cuanto los feligreses podían sentirse parte de la música, independientemente de si podían leer música o no. Finalmente, nos enteramos de que nuestra iglesia anhelaba cantar una canción de liberación, una canción que nos pudiera unir como iguales, una canción que pudiera afirmar lo que creemos: que estamos llamados a ser una comunidad bienamada que ama, libera y da vida.

Yuri Rodriguez acaba de finalizar su primer año en el Seminario en Sewanee, Universidad del Sur. Ella es música, cantante, directora de coros y líder eclesiástica especializada en música y cultura de Latinoamérica.

Recursos:

[1] ESPÍN, ORLANDO O. “Theologizing Latinamente: Had Anselm Known Us!” Anglican Theological Review 101, no. 4 (Otoño de 2019): 587–602.

This article is part of the July 2021 Vestry Papers issue on Music Ministry