November 2019
Embracing Change

Conflicto y cambio

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Cuando nuestra hija que solo hablaba español cumplió tres años de edad, decidimos dejar nuestra comunidad episcopal anglohablante en un suburbio de Phoenix por una feligresía episcopal hispanohablante en el centro de Phoenix. Cambiamos de feligresía porque nos pareció que nuestra hija debería tener acceso a la misma liturgia que habíamos tenido en la década de los 1970, cuando éramos niños pequeños que solo hablábamos español. En agosto de 1999 entramos a la Iglesia Episcopal de San Pablo en Phoenix, Arizona. Fue un gran recordatorio de nuestra juventud y algo que deseábamos compartir con nuestra hija. Al poco tiempo, mi madre hispanohablante monolingüe empezó a asistir a la iglesia con nosotros y con el nacimiento de nuestro hijo en el otoño de 2000, nuestro viaje de 11 millas hasta San Pablo ahora tenía un miembro más.

Comenzar a servir

Cuando nos unimos a San Pablo, casi inmediatamente se nos pidió que tomáramos clases sobre “¿Qué es una persona episcopal?” con otras personas a quienes se les estaban pidiendo que sirvieran un Comité del Obispo/Misionero recientemente reconstruido. Nuestro sacerdote a cargo había llegado de Latinoamérica el año anterior y había estado trabajando arduamente para seguir expandiendo esa comunidad. San Pablo es una de las feligresías hispanohablantes más antiguas de Estados Unidos con mucha historia. Tratamos lo mejor que pudimos en el pequeño edificio dilapidado que habíamos heredado.

San Pablo, una misión of the Diócesis de Arizona, empezó en 1930, cuando el archidiácono J. Rockwood Jenkins inició un servicio religioso en español para atender a la comunidad de agricultores principalmente hispana de Alhambra en Phoenix. Cuando la comunidad Mexicana se mudó al área central de Phoenix, San Pablo trasladó su ubicación de Alhambra a su nueva dirección en la 7ª Avenida. En 2001, ese edificio estaba dilapidado y los esfuerzos del Comité del Obispo/Misionero de San Pablo con el gobierno de Phoenix y de la Diócesis para repararlo y reformarlo para que cumpliera con los reglamentos no tuvieron éxito.

Unir fuerzas

En la primavera de 2001, el sacerdote a cargo de St. Paul’s Episcopal Church, Phoenix, invitó a la Iglesia Episcopal de San Pablo que visitara su ubicación, a ocho millas al noroeste de nuestro edificio en la 7ª Avenida. St. Paul’s, una feligresía anglohablante, tenía muchos menos miembros y cada vez menos gente asistía los domingos. El barrio alrededor de su propiedad había cambiado de ser predominantemente anglo a ser una comunidad latina, y St. Paul’s no se había adaptado para darle la bienvenida a la comunidad cambiante. Por años, la iglesia había presenciado a su población reducirse y envejecer.

Después de la reunión original, St. Paul´s invitó a San Pablo a que se le uniera en su ubicación. Fue fortuito porque San Pablo había tenido sus servicios religiosos únicamente en español en un viejo edificio estilo capilla que no tenía aire acondicionado. Con los veranos de Phoenix alcanzando los 100ºF temprano por la mañana, mudarse a un edificio más grande y con aire acondicionado era una oportunidad maravillosa. El edificio de St. Paul’s estaba situado a ocho millas al noreste de San Pablo. El sacerdote a cargo de San Pablo y el Comité del Obispo/Misionero aceptaron su oferta.

Cambio y conflicto

Cuando St. Paul’s y San Pablo firmaron su acuerdo para compartir una propiedad, pero continuar como dos feligresías diferentes, ninguno de los grupos había previsto lo poco que duraría ese arreglo. En junio de 2001, St. Paul’s cerró sus puertas. A la feligresía se le había estado acabando el dinero a medida que más y más de sus feligreses fallecían o se mudaban a otro sitio, y había dejado de ser económicamente viable.

Debido a que San Pablo era una misión de la diócesis, los edificios y propiedades St. Paul’s fueron devueltos a la diócesis, y sin consultar a San Pablo, la Diócesis decidió permitir que una escuela chárter pasara a ocupar el edificio principal. El liderazgo de San Pablo no había anticipado que se cerraría St. Paul’s, y trató de hacer los cambios requeridos en la propiedad desatendida en la 7ª Avenida para la seguridad de una feligresía centrada en familias y en expansión. La propiedad necesitaba un nuevo cerco, pisos para los nuevos salones de clase y actualización de los baños, el salón parroquial y la cocina.

Estos cambios afectaron el liderazgo de San Pablo. Las tensiones con el liderazgo de St. Paul cuando llegó San Pablo combinada con otras tensiones que surgieron de la decisión de la Diócesis de traer la escuela a la propiedad de St. Paul’s y no ayudar a actualizar la propiedad de San Pablo en la 7ª Avenida, llevó a opiniones opuestas entre los líderes de la congregación. El vicario y el guardián mayor
no coincidían en sus puntos de vista, y el otoño siguiente, el guardián mayor y la tesorera se fueron de San Pablo para irse a otra congregación.

El cambio que tenía que pasar

Mi esposo era el guardián mayor y yo la tesorera. Irnos de San Pablo fue doloroso y espiritualmente agotador. Teníamos un hijo de un año, una hija bilingüe de cinco años y una madre que solo hablaba español para tener en consideración en esa mudanza. Incluso después de una reunión personal con el obispo y de una reunión del Comité con el obispo, permanecer dejó de ser una opción. Necesitábamos un nuevo hogar espiritual.

El cambio de liderazgo que ocurrió en San Pablo era exactamente lo que era necesario que ocurriera. Una persona del Comité entró en el puesto de guardián mayor y contrataron a un tesorero de otra congregación. La gran mayoría de la congregación, junto con los otros miembros del Comité, había emigrado de México como adultos. Yo nací en los Estados Unidos y mi esposo emigró de México cuando era niño. Ambos somos los primeros graduados universitarios de nuestra familia y si bien hubiéramos podido ser parte de la feligresía de San Pablo, a largo plazo no era realmente nuestro sitio para liderar.

Hemos visitado San Pablo periódicamente y somos amigos del liderazgo laico que ha estado allí desde hace mucho tiempo. Un nuevo vicario se había unido a la feligresía hacía varios años y San Pablo sigue prosperando como una misión hispanohablante de la diócesis.

Aceptando el cambio y avanzando en la fe

A veces es necesario hacerse a un lado para abrirles el paso a otros líderes. La decisión de irnos de San Pablo fue desgarradora para nuestra familia, pero al final tenía que ser así. Nuestra formación en San Pablo resultó esencial para nuestro entendimiento de la Iglesia Episcopal y su estilo de liderazgo. Después de servir en el Comité del Obispo/Misionero y representar a San Pablo en tres Convenciones Diocesanas, nos sentimos más cómodos en la iglesia en general.

La formación que recibimos en San Pablo nos cambió la vida, porque nos ha permitido estar activos en la iglesia durante muchos años. Continuamos aceptando el cambio como líderes en nuestra comunidad. Nuevos rectores y nuevas congregaciones nos ayudan a aprender más sobre nosotros mismos y las personas a las que servimos.

San Pablo continúa floreciendo en membresía y programación. Disfrutan de un exitoso ministerio grupal de oración para parejas. Nuestra familia también ha prosperado en la Iglesia Episcopal, gracias a lo que aprendimos y vivimos en San Pablo. Entre los cuatro miembros de nuestra familia, hemos servido en Comités Permanentes, Consejos Diocesanos, Comisiones Permanentes y Grupos de Trabajo, como Presencia Oficial Juvenil de la Convención General, Diputados de la Convención General y en Equipos de Planificación del Evento de Jóvenes Episcopales. Ha sido un honor y un privilegio representar a la comunidad latina en estas oportunidades de liderazgo, y estamos agradecidos por el tiempo en San Pablo que nos inició en este viaje de fe.

La Dra. Luisa Bonillas ha sido episcopal durante 23 años. Ella ha trabajado para una misión, una parroquia, una catedral y una diócesis en el pasado. Actualmente trabaja por contrato para los Ministerios Latinos/Hispanos de la Iglesia Episcopal y vive en Arizona con su esposo.

Recursos:

This article is part of the November 2019 Vestry Papers issue on Embracing Change